viernes, 16 de diciembre de 2016

Cementerio no católico

En esta ocasión el destino es el “Cimitero Acattolico” de Roma, un cementerio laico y tal vez el más romántico de la ciudad eterna.
Se construyó ante la necesidad de inhumar extranjeros y no creyentes. Aquí se puede encontrar entre otras la tumba del poeta Jonh Keats quién no quiso que hubiera nada escrito en su lápida, ni nombre, ni fechas, solo se lee lo siguiente: “Aquí yace un hombre cuyo nombre fue escrito en el agua”.
En esta apartada esquina de Roma encontramos una tranquilidad inesperada, aunque cada vez hay más turistas que van descubriendo este lugar dulce que te transporta hasta siglos atrás. Además de su belleza, el cementerio rebosa poesía dado que aquí están enterrados diversos viajeros, escritores e intelectuales que visitaron o se establecieron en la urbe.



Para la religión católica los cementerios son lugares lúgubres, de absoluta infelicidad donde los visitantes se preguntan si hay un cielo o un paraíso esperando, sin embargo en este cementerio laico las cosas son diferentes.
De estilo anglosajón, el lugar es muy apacible con una pradera para disfrutar de un paseo reposado, donde poder pasar una tarde de otoño observando los delicados mausoleos y la exuberante vegetación.
Sin duda se respira una atmósfera diferente aunque solo sea porque el cementerio recoge en sus entrañas los restos de jóvenes poetas, que atraídos por la irresistible belleza decadente de esta vieja ciudad, acabaron sus días en la ciudad del Tiber.
Llegados desde diversos puntos de Europa aún a riesgo de contraer la malaria u otras epidemias, sobraban los motivos: promesas de amor, melancolía, fascinación por el arte o simplemente conocer la “Caput mundi”.
Al fin y al cabo Roma  fue el centro de Occidente y morir aquí para muchos bohemios era un lujo, cabe pensar que Horacio o Catulo ya cantaban sus dramas por estas tierras en tiempos precedentes a Cristo. Elogiaban una vida retirada e invitaban a la juventud a gozar el presente, “Carpe Diem”.Estos amantes de lo desconocido cuya meta era Roma reposan hoy bajo una alfombra verde a la sombra de la siempre llamativa pirámide de Cestio o las imponentes murallas Aurelianas que bordean el camposanto.



Este cementerio ubicado en el Testaccio nace a partir de las normativas del catolicismo, ya que a los protestantes o no creyentes no les estaba permitida la entrada en las tierras sagradas donde descansaban los cristianos. Sin embargo se hacía necesario buscar lugares para enterrar a quienes rechazaban la fe de Cristo, a finales del siglo XVI y especialmente en la siguiente centuria aparecen los primeros cementerios no católicos como en Livorno, Venecia o Florencia.
El de Roma se inauguró hacia la primera mitad del siglo XVII según la documentación existente sobre el permiso concedido por el Papa Clemente XI (1649-1721) a algunas familias aristocráticas inglesas exiliadas en la ciudad del Coliseo. Más tarde se amplió la oferta para aquellos viajeros infatigables del denominado Grand Tour. Aquel viaje a través de Europa que se realizó del siglo XVII al XIX principalmente por jóvenes ingleses de alto nivel adquisitivo, para formarse en Arquitectura, Arte y Literatura.
El principal valor del Grand Tour residía en la exposición al legado cultural de la antigüedad Clásica y del Renacimiento. Además, proveía la única oportunidad de ver obras de arte concretas y  posiblemente la única oportunidad de oír cierta música. Un viaje que podía durar desde varios meses a varios años.
La primera sepultura destacada es la de un estudiante de Oxford llamado Langton en 1738, si bien la apertura oficial del cementerio se llevó a cabo en 1821 en tiempos de Pio VII.


Con el auge del estilo neoclásico de finales del siglo XVIII a la ciudad llegaban oleadas de estudiantes, escritores o artistas, de forma que el número de no católicos aumentó considerablemente. Tras el neoclasicismo llegó el romanticismo y Roma continuó siendo un polo de atracción a nivel internacional, sin duda escala o destino de un viaje romántico por el viejo continente. A lo largo del s. XIX se realizarán sucesivas ampliaciones en esta parcela libre del credo cristiano y ya en 1918 el lugar fue definido como un espacio de interés monumental a nivel nacional.
Algunos de los difuntos más relevantes fueron August Goethe hijo del famoso escritor, Percy Bysshe, Walter Amelung o Karl Brullov.
Algunos italianos ilustres también fueron enterrados en este lugar, pero ya en épocas más recientes. El suicidio o sus ideas, en el caso de algunos, les hizo sentirse extranjeros en su propia patria. Aquí por ejemplo se hayan enterrados Antonio Gramsci, Carlo Emilio Gadda o Dario Bellezza.

Praderas, viejos cipreses, mármoles blancos, hojas secas, mensajes en todas las lenguas del mundo y algún que otro gato conciben al lugar un halo misterioso, atrayente que da valor a un lugar difícil de imitar.

Si visitáis el lugar podeís llevar flores a los escritores románticos, acariciar el rostro marmóreo de Devereux Cockburn, el joven inglés cuyo sarcófago lo inmortaliza en pose neoclásica o levantar el puño derecho hacia el cielo frente a la tumba del marxista italiano Gramsci.

martes, 6 de diciembre de 2016

La sopera de Corso Vittorio


Esta semana el objeto de nuestra curiosidad se traslada a una fuente que tiene tras de si una historia muy peculiar, la podemos observar en corso Vittorio Emanuele ll, en el centro de la ciudad y muy cerca de otros monumentos muy conocidos.



Esta visita se localiza en la “Plaza de la Iglesia Nueva”, se trata de una fuente denominada por los romanos como “La Terrina”, al tener forma de ensaladera o sopera. La obra fue diseñada por Giacomo della Porta hacia 1500 en origen fue colocada en la plaza de “Campo dei Fiori” muy cerca de donde actualmente encontramos la llamativa escultura de Giordano Bruno.






Sin embargo en aquella época la fuente tenía una fisonomía diferente a la actual, ya que la presión del agua no tenía la fuerza suficiente y por ello la fuente estaba colocada al mismo nivel del suelo, además tenía tapa en la parte superior. Ya en el s. XVII, sin tapa, fue incluso decorada con los delfines en bronce del proyecto original de otra fuente, la de las tortugas, a la que ya me he referido en otra entrada.



Desde muy antiguo en la plaza Campo dei Fiori se venía celebrando un mercado de verduras, frutas, flores y otros productos del campo. Es por ello que la fuente acabó por servir a los romanos para poner a refrescar estos productos o bien como contenedor al arrojar allí cortezas u otros desperdicios. Esta situación hizo reflexionar sobre la funcionalidad de la fuente, sobre si se había creado para embellecer la plaza o por el contrario para utilizarla como basurero. Fue el Papa del momento, Gregorio XV quién decidió tapar la parte superior, aunque la fisonomía final no fuese la más atractiva, con ello se consiguió acabar con el uso vulgar en relación a los mercaderes.



Frente a esta decisión apareció la crítica o la ironía, la fuente fue apodada como “la zuppiera”, la sopera por su forma tan similar a este utensilio.

Tras numerosos cambios la fuente acabó por ubicarse en la plaza de la Iglesia Nueva, muy cerca de la plaza Navona, en el lugar anterior se optó por dejar una réplica de la misma pero ya sin tapa.

Pero existe además de la tapa una diferencia entre ambas fuentes que pasa casi inadvertida a los escasos turistas que llegan hasta la “verdadera” sopera, sobre la vieja fuente es posible encontrar una inscripción en la tapa realizada en mármol travertino.

Esta frase es hoy apenas visible por culpa del paso del tiempo, su autor fue anónimo, dice así:



“AMA DIO E NON FALLIRE, FA' DEL BENE E LASSA DIRE MDCXXI”.




Este proverbio en forma de mensaje advertía a la gente del momento que era necesario estar atentos a lo que se decía para no convertirse en herejes. Cabe comprender que el célebre Giordano Bruno fue perseguido por sus ideas contrarias al clero siendo finalmente quemado vivo en la hoguera por la Inquisición en la plaza Campo dei Fiori. En aquel tiempo esta sopera se encontraba muy cerca del lugar exacto donde se produjo aquel macabro castigo. A Bruno se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad; principalmente por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo. El proverbio vendría a significar: ama a dios, no caigas en tentaciones y no discutas los dogmas de la iglesia. Ni que decir tiene que eran malos tiempos para las libertades.



En 1889 para engrandecer la plaza del Campo dei Fiori la fuente fue retirada y almacenada en un depósito municipal, ya en 1924 se colocó una copia en su anterior ubicación.



Para asentarla en su actual lugar (plaza de la Iglesia Nueva) se realizó una especie de piscina y dentro la famosa sopera.











viernes, 25 de noviembre de 2016

San Pietro in Montorio

Entre el Trastevere y la colina del Gianicolo se halla una de las joyas de Roma, una obra renacentista de un genio de la arquitectura.
Con una posición panorámica de donde se puede ver gran parte de la ciudad, la iglesia fue construida en el lugar donde supuestamente fue crucificado San Pedro.



El templete de San Pietro in Montorio es una de las obras más representativas de Bramante, fue construida en 1503 por encargo de los Reyes Católicos para conmemorar el lugar, donde la tradición sitúa el martirio de San Pedro en Roma.
Bramante optó por un templo de pequeñas dimensiones y austero en la decoración, inspirado en un tholos griego, con pureza en sus líneas y de gran armonía compositiva.

San Pietro in Montorio, se eleva sobre una cripta subterránea, que cubre la roca del martirio del primera papa de la Iglesia. Sobre ella, se articula un espacio, a modo de cella, de planta circular, elevado sobre un basamento circular con tres escalones, alrededor de la cella se dispone una columnata, de orden toscano, sobre las que descansa un entablamento compuesto arquitrabe, friso con triglifos y metopas, éstas, decoradas con relieves que narran la vida de San Pedro, también dispone de una balaustrada que deja ver el segundo piso del edificio, que consta de una cúpula semiesférica sobre una tambor, en el que se abren vanos para iluminar la estancia. En su construcción Bramante empleo travertino y mármol. Se trata de un templete conmemorativo erigido en un lugar de Roma (colina del Gianicolo) donde, según la tradición, el apóstol San Pedro había sido crucificado y decapitado.




Fue costeado por los Reyes Católicos y proyectado por el arquitecto Donato Bramante, quien, después de una larga estancia en el Milán de los Sforza, se trasladó a la ciudad de los Papas, comenzando así, la última y más trascendental etapa de su actividad artística. Aquí trabaja como urbanista al servicio del Papa Juan II, realizando una serie de proyectos para transformar la ciudad en un núcleo renacentista, despojándola de su estado ruinoso como la describió Petrarca, quién la comparó con "una matrona con la dignidad de la edad pero con sus cabellos grises despeinados, sus vestidos rasgados, y con los estragos de la palidez de la miseria en su rostro".
Este gran arquitecto, nacido en 1444 cerca de Urbino, tiene en Roma sus mejores creaciones.






Entre sus proyectos más famosos está el de la nueva basílica de San Pedro y, en este sentido, el tempietto del monasterio de San Pietro in Montorio puede considerarse el precedente más directo que inspiró dicho proyecto, porque pasó por ser el punto de partida del estilo genuinamente romano del Renacimiento. Estilo aportado por un escogido grupo de artistas que, en su mayoría procedentes de Florencia, van a dejar su impronta en las obras que se inician en la Roma renacentista. Este grupo de artistas recogieron los experimentos de Brunelleschi y de Alberti y trataron de plasmar las ideas neoplatónicas que, desde la corte de los Medicis, les inspiraba Marsilio Ficino.




San Pietro in Montorio es una obra arquitectónica que presenta unas características morfológicas peculiares.

Su planta es circular y sobre un cuerpo de tres gradas, a modo de estilóbato, descansa una fila de dieciséis columnas de fuste liso, siguiendo los modelos del orden toscano. Este elegante peristilo sostiene un friso que recuerda al entablamento dórico, con triglifos y metopas sobre las que se dibujan, en un relieve poco pronunciado, algunos objetos litúrgicos. Hasta aquí todos los elementos descritos se enmarcan dentro de la más pura tradición arquitectónica que sigue los modelos del clasicismo greco-romano; pero este esquema compositivo se rompe en la parte superior de tan bello pórtico, porque en él se alza una diminuta balaustrada que rodea el cuerpo superior, creando un espacio de transparencia casi etérea, que contrasta con la pesadez de formas de la columnata que la soporta.






La construcción arquitectónica estaba moldeada por gruesos muros que eran tallados en su grosor para dar un efecto escultórico, o realizados en relieve por medias columnas o columnas enteras...». En este aspecto, el pequeño templete de Bramante puede considerarse como el paradigma del templo platónico ideal, tal como lo vemos imaginado en la Entrega de las llaves, del Perugino, o en los Desposorios de la Virgen, de Rafael, que copia, a su vez, el citado templete para representar un templo pagano de Marte, al pintar la famosa escena de San Pablo predicando en el Areópago de Atenas.




Pero, además de estas conexiones con el mundo de la especulación filosófica, San Pietro in Montorio es un directo descendiente de los viejos templos de Vesta y de la Sibila, así como también del no menos famoso Panteón de Agripa, que tanto fue admirado por Bramante, y sigue la tradición conceptual de los mausoleos paleocristianos y bizantinos. En él se resume toda una serie de formas arquitectónicas que fueron válidas en otros tiempos y que van a continuar marcando los gustos estéticos del mundo occidental. Por ello, el templo circular será un modelo habitual en las escenas paganas de los pintores de épocas posteriores. Finalmente, dejando a un lado las consideraciones puramente estilísticas, no podemos olvidar la causa que animó la construcción de este edificio. Como hemos indicado más arriba se trataba de levantar un memorial en donde se supone que tuvo lugar el martirio de San Pedro y, con este fin, se quiso erigir aquí un mausoleo sin cámara mortuoria. Por eso la planta central con su forma circular no es un capricho del arquitecto, sino que, dentro de la mejor tradición simbólica, Bramante quiso plasmar con ella la figura que transmite más fielmente la idea de eternidad, coronada por una cúpula que nos transporta desde el mundo terrenal al celeste.



Aquí vuelven a aparecer las ideas neoplatónicas porque, como ya se ha referido, esta obra se nos ofrece como la plasmación plástica de las teorías de la escuela de Ficino que concibe a Dios como la mente cósmica que adopta una forma esférica, que contiene todo el universo, desdoblándose en varias jerarquías: el Alma Cósmica (ánima mundana), la Región de la Naturaleza y el Reino de la Materia. El universo entero está vivificado por una influencia que emana de Dios, como una corriente ilimitada de energía sobrenatural que fluye de arriba abajo y que revierte de abajo arriba, formando, lo que llaman, un circuitus spiritualis. La belleza es, para los neoplatónicos, el esplendor de la bondad divina, la cual se va desintegrando en su camino por la región celestial en tantos rayos como esferas o cielos hay. Los artistas que abrazan tal concepción del mundo van a crear formas próximas a esta idea de belleza unida a la divinidad.

De ahí que el círculo y la esfera sean consideradas como las figuras perfectas y estén presentes en todas aquellas obras que aspiran a la consecución de un ideal estético cercano a lo absolutamente bello y, por tanto, a lo absolutamente perfecto. Con este templo se plasma en pleno Renacimiento, la tradición arquitectónica del "martyrium" oriental como la Cúpula de la Roca de tradición islámica o Santa Constanza de tradición bizantina. Con él se trata de conmemorar el lugar del martirio del primer papa de la Iglesia Cristiana.

A pesar, de las pequeñas dimensiones del edificio su influencia fue enorme, porque constituye el germen de lo que será el mayor proyecto de Bramante, la basílica de San Pedro, que inicialmente será también de planta centralizada y con una enorme cúpula. Al templete se accede por una escalinata con un pequeño podio, sobre el que se disponen doce columnas de orden dórico en torno al templo. En el muro de la nave central se alternan vanos adintelados (puertas y ventanas), separados por pilastras. Sobre el entablamento, decorado con casetones, aparece la balaustrada. Para acabar está la cúpula de media esfera sobre un tambor coronada con una cruz. El tambor está decorado de igual manera al muro inferior, alternando vanos adintelados separados por pilastras.






Durante el Renacimiento, los artistas y en especial los arquitectos recuperaron gran parte del lenguaje arquitectónico de la Antigüedad, bien sea griega, pero sobre todo romana, y adaptarlo a los nuevos ideales basados en el humanismo, el neoplatonismo y el antropocentrismo.

Se advierten todos los intentos de recuperación de la antigüedad a través de la utilización del orden toscano, desaparecido durante la edad media, o el uso de la cúpula, no obstante Bramante da un paso más allá al utilizar la planta centralizada, como medio para expresar la perfección del universo, la idea de orden y medida clásica, y la idea del círculo, como forma perfecta que venía desarrollándose en toda la filosofía neoplatónica de Marsilio Ficino y Pico della Mirandola.

















domingo, 20 de noviembre de 2016

La Cloaca Máxima


En los albores del nacimiento de Roma, s. VIII a. C., la llanura al pie de las 7 colinas era un lugar pantanoso e insalubre debido a las constantes crecidas del río Tíber, este meandro de la margen derecha arrojaría agua que acabaría por estancarse. Así los primeros habitantes se refugiarían en las colinas colindantes, estamos hablando de los Latinos población de origen indoeuropea. A ellos se debe los primeros asentamientos de cierta importancia que algunos siglos después darán vida a Roma, una de las más grandes civilizaciones de la historia.




Con los últimos reyes esta civilización se preparaba para tener un papel importante en el Mediterráneo, pero para conseguirlo era preciso articular un correcto dominio del territorio inicial, redefinir el paisaje y alterar la geografía. La tradición atribuye a Tarquinio Prisco y Tarquinio el Magnífico la construcción del primer tramo de la imponente Cloaca Máxima que permitió sanear la zona que actualmente ocupan los Foros, el Circo Máximo y la Suburra. Es en el tramo de los Foros donde la cloaca es más monumental en el sentido que se conservan perfectamente las huellas del antiguo canal sin cubierta. Este proyecto recogía además los colectores de descarga que existían en el Velabro (valle que conectaba el Foro Romano con el Foro Boario).
Así toda la zona se colmato con sucesivos estratos de tierra y se deseco completamente con un canal central que conducía el agua de forma que evitaba la futura formación de lagunas. El nuevo espacio, libre de inundaciones gana protagonismo en detrimento de otras colinas donde se ha constatado la presencia de primitivas cabañas, como es el caso del Palatino. Con un perfecto drenaje se ha fijado la primera pavimentación del Foro hacia el último tercio del s. VII a.C.


Esta red secundaria que desembocaba en la Cloaca Máxima tiene sus inicios en el Velabro pero continuara expandiéndose para drenar un territorio mucho más amplio. Más tarde se han descubierto restos correspondientes a esta etapa junto a la Vía Sacra, a las que pueden sumarse algunos vestigios encontrados en la vertiente del Palatino recayendo hacía el Foro. En su inicio no fue propiamente una cloaca sino un canal, al descubierto, pero ya en el s. II a. C. fue enterrado. Como testimonio de aquel primitivo canal, hoy se puede observar como la parte superior del muro arcaico es el apoyo de la cubierta posterior. Justo en espacio donde se fusionaron muro y cubierta existen unos huecos de forma cuadrada sobre los dos lados del muro. Se especula que estos vanos alojaran unas molduras de madera para evitar que los grandes bloques de piedra cayeran en el canal. Otra explicación justificaría la existencia de grandes vigas que harían la función de puentes para atravesar el canal. Desde entonces la cloaca no ha dejado de estar en funcionamiento, incluso en el s. XIX  se integró con éxito a la red de alcantarillado urbano moderno. En las proximidades del puente Palatino destaca, en la orilla derecha del Tíber, la desembocadura de la cloaca, terminada hacia el 90 a. C. Está compuesta de un arco de medio punto con tres bandas de bloques de piedra en cuña dispuestos de manera radial insertado en un muro de toba.




El recorrido se iniciaría en la Suburra (un asentamiento en las faldas del Quirinal y el Viminal), cruzaría en diagonal el Foro de Nerva en dirección al Foro romano, después atravesaría el Velabro y efectuaría una pronunciada curva hasta el Foro Boario donde  finalizaría en un tramo recto hasta desembocar al lado del puente del Palatino.




La cloaca debió de asumir un papel primordial a la vez que la ciudad crecía, ya que debía de evacuar una gran cantidad de agua en un breve espacio de tiempo. Cabe recordar que a la ciudad se le van sumando diferentes acueductos que aportan agua desde los montes. El conducto tendría una sección de 2,70 metros de atura por 2,12 de amplitud, aunque aumenta progresivamente hasta la desembocadura donde alcanzaría los 3,30 de altura y una amplitud de 4,50. Su tramo final fue rectificado debido a la construcción, más reciente, de un muro que bordea las orillas del río. Existen numerosos ingresos a la cloaca, pero es el más conocido y más cómodo se sitúa debajo de la Basilica Giulia.

Por otro parte también se realizaron numerosos pozos para desaguar cuando las precipitaciones eran abundantes, evidentemente estos conductos que revertían el agua sobre la cloaca Máxima estaban cubiertos con una tapa similar a nuestras alcantarillas actuales, aunque elaboradas en mármol. La más interesante se conserva colgada en el atrio de Santa María in Cosmedin, colindante con el Foro Boario, se trata de la conocida “Bocca della Verità”. Esta tapa de alcantarilla tiene su propia leyenda pero eso ya es otra historia.




En el Foro Romano todavía se contempla un basamento como una especie de santuario circular en mármol que representa el culto a la Venus Cloacina o “alcantarilla” cuya función era la de proteger, limpiar y purificar el territorio romano, es decir, velar por la higiene y evitar terribles epidemias. Este basamento se sitúa cerca de la Vía Sacra, a los pies de la fachada principal de la Basilica Emilia.




La construcción de la Cloaca Máxima no debió de resultar sencilla, existen algunos datos recogidos en los escritos de Livio y Plinio donde se destaca que los trabajadores sufrieron grandes penalidades de forma que muchos se amotinaron, intentaron fugarse o incluso eligieron el suicidio como medio de evitar una tarea inhumana. Deberíamos imaginar la escasa ventilación, la falta de higiene o la dureza de picar o excavar como causas de la fatiga de los operarios.


















domingo, 13 de noviembre de 2016

Fuente de las Tortugas



Paseando por el silencioso barrio ebraico conformado por las callejuelas que se encuentran entre el teatro Marcello y el Área Sacra, no muy lejos de la isla Tiberina, encontramos una pequeña y elegante plaza. Este lugar conocido como piazza Mattei alberga una fuente de gran originalidad y refinamiento.
No es precisamente un lugar privilegiado en las guías de los turistas, pero el lugar bien merece la pena y la tranquilidad normalmente esta asegurada.
Una preciosa fuente renacentista preside la plaza desde hace siglos.




Giacomo de la Porta elaboró un primer proyecto entre 1581 y 1588 con la ayuda del escultor florentino Taddeo Landini, la fuente  presenta una serie de esculturas  sobre una compleja estructura arquitectónica que además se enriquece con una amplia gama de mármoles policromos. Cuando en 1570 la denominada Congregación de las fuentes de Roma presentó las nuevas fuentes alimentadas con la construcción de un nuevo acueducto “Acqua Vergine”, la piazza Mattei no estaba incluida. Sin embargo una década después aparece ya un documento donde se prevé una fuente en este lugar.
Los Mattei fueron una poderosa familia enriquecida con las actividades comerciales, allí donde se encontraban las ruinas del teatro Balbo edificaron su primer edificio a mitad del siglo XV (“Casa de Domenico Mattei”). Dicha casa se convertirá en un verdadero palacio en el siglo posterior, para ello necesitaron la colaboración de los vecinos del Guetto a los que en agradecimiento les brindaron toda su protección.

A partir de aquí entramos en el terreno de la leyenda, visible no solo en la fuente sino también en una curiosa ventana tapiada en la fachada de uno de los palacios.
Se cuenta que uno de los duques, jugador empedernido, una noche perdió una gran cantidad de dinero. Conocidos los hechos, su futuro suegro, le retiró la mano de su hija, es decir, la prometida del duque, así este último vio ultrajado su honor. El duque decidió rápidamente restaurar esta afrenta y de forma astuta organizó  una gran fiesta que se prolongó hasta el amanecer.
Durante la noche y en absoluto secreto mandó construir una bellísima fuente, en un determinado momento se la mostró a su futuro suegro desde una de las ventanas, añadiendo: “Mirad que cosa es capaz de hacer en pocas horas un empobrecido Mattei”.




El duque recupero su honor y la mano de su prometida, después en recuerdo de esta demostración de poder mandó tapiar la ventana desde la que había mostrado su obra.
Naturalmente como todas las leyendas esta también tiene sus puntos débiles, que sí la fuente ya estaba realizada y la arrastraron con una plataforma con ruedas, que si la construcción de la fuente no coincide con las fechas en que vivieron los protagonistas de la historia, etc.
La tesis más arraigada es que el noble Muzio Mattei decidió presionar a la administración para que la nueva “traída” de aguas “Acqua Vergine” llegara hasta sus dominios. A cambio él mismo se comprometía a pagar de su bolsillo, la pavimentación y embellecimiento de la plaza. De lo que no hay duda es que el monumento es de un preciosismo y riqueza que no podría erigirse sin la colaboración de un poderoso mecenas.




La escultura en bronce de cuatro delicados jóvenes jugando con otros tantos delfines se enmarca en la más pura tradición manierista de la época. Estos efebos apoyan un pie sobre una bañera con forma de concha (mármol africano) , mientras extienden sus brazos hacia la parte superior. En el proyecto inicial estos jóvenes deberían haberse ejecutado en mármol, un material más prestigioso pero finalmente se optó por el bronce un material también de gran belleza y muy resistente a la intemperie. La base de la fuente esta realizada en travertino y pavonazzetto, mármoles de gran resistencia.
Por otra parte además de los cuatro delfines de la parte inferior, en inicio estaban previstos otros cuatro delfines que serían empujados por los efebos hacia el cuenco (en mármol gris antiguo) superior de la fuente. Estos restantes delfines se descartaron y fueron a decorar otra fuente, la “fontana della Terrina” hoy en la plaza de la Iglesia Nueva.

Arriba, una bañera con cuatro tortugas (que le dan el nombre a la fuente) en los bordes. Estos animalitos parecen resbalar (este desequilibrio nos conduce directamente al futuro barroco, que aquí ya ensaya sus fórmulas) de forma que la mano de los efebos sugiere el contacto con las tortugas. Estas fueron colocadas a posteriori ya a mediados del siglo XVII y están atribuidas al artista del momento, el gran G.L. Bernini escultor al servicio del Papa Alejandro VII y autor de innumerables obras de gran prestigio. El conjunto es de una gracia y finura inigualable, el recurso del agua y el volumen será largamente explorado en toda la Europa de los siglos posteriores.



Estas frágiles tortugas han tenido una dilatada historia porqué en numerosas ocasiones han sido robadas u objeto de actos vandálicos. Aunque por fortuna siempre han sido recuperadas, las originales podemos observarlas en  los Museos Capitolinos, las de la fuente son copias, eso sí muy realistas.
Es evidente que la fuente ha estado sometida en muchas ocasiones a tareas de mantenimiento y limpieza, su principal enemigo es quizás el agua calcárea de la zona.











sábado, 5 de noviembre de 2016

Monte Testaccio

En Roma (al suroeste), próxima al rio Tíber  y la vía Ostiense se alza una colina denominada “Monte Testaccio” dicho lugar pasar por ser el primer macrovertedero de la historia. Quizás es un sitio que pasa desapercibido para los millones de turistas que recibe cada año la gran ciudad, por ello me parece justo iniciar este recorrido “infinito” en la “octava colina” de Roma.
Aunque para ser preciso en Roma existen varias colinas artificiales si bien no tan peculiares como la que nos ocupa. Este monumento a la basura cuenta con un perímetro de más de 1 kilómetro y una altura máxima sobre el nivel del mar de 45 metros. La montaña artificial con forma triangular, se compone de desechos de ánforas, millones y millones de fragmentos, eso sí, bien organizada en diferentes estratos.





Il Testaccio es un verdadero archivo del Imperio Romano como consecuencia de que las ánforas poseen una serie de inscripciones o marcas que ilustran diversas fases del proceso de su elaboración, comercialización y contenidos. Etiquetadas a menudo con “tituli picti”, esta práctica consistía en ser pintadas o estampadas con inscripciones que registraban datos. Un archivo sin estanterías, sin secciones y sin orden aparente. Todo un reto para los arqueólogos.

Su nombre procede del latín “testa” (cabeza) y “coccio” (barro), junto a la cerámica, la cal es el otro material predominante en esta montaña de desechos, juntos han posibilitado la aparición de la vegetación, de forma que la colina  presenta un aspecto de relieve natural. Según distintas investigaciones la mayor parte de los deshechos se datarían entre finales del siglo I d. C. y el III d. C. Parece ser que el desagradable olor resultante de los contenidos adheridos a los fragmentos era eliminado vertiendo cal.

El envase comercial por excelencia en el mundo romano fue el ánfora. Un contenedor cerámico robusto, de cuerpo alargado o globular con dos asas en la zona del cuello para facilitar su movimiento. Una característica extendida en este tipo de recipiente fue el remate de su base en un pivote apuntado o rematado en un botón. Este tipo de base facilitaba su manipulación pero sobretodo permitía su hincamiento en tierra y su apilamiento en las bodegas de los navíos que las transportaban.



El contenido de las ánforas fue muy variado, pero los productos más habituales fueron el vino, las salazones y especialmente el aceite. Este último producto fue esencial en la dieta del Imperio, incluso  se utilizó en  perfumes, cosméticos o medicina.
Hispania se sitúo durante largo tiempo a la cabeza de estas exportaciones, la zona de la Bética, la actual Andalucía sería el principal foco de producción, más tarde sería el norte de África quién desbancaría a la producción en nuestra península. En el monte Testaccio la mayoría de recipientes contenían aceite, tres cuartas partes de los fragmentos procederían de la Bética y el resto de áfrica. Al alcanzar el puerto de Ostia, las ánforas serían desembarcadas por porteadores profesionales quienes las transportarían hasta la capital donde una vez pasado el contenido a otros recipientes más versátiles se abandonarían de forma ordenada en lo que hoy es este monte.
Las ánforas remontarían el Tíber o bien serían llevadas a lomos de mulas hasta el puerto fluvial que distaría a pocos metros de este cementerio para vasijas. A ciencia cierta no se conoce por qué los romanos no reutilizaban estas ánforas, pero se especula que la dificultad de limpiarlas del aceite hacía más rentable comprar nuevas que aprovechar las viejas, por lo que se convertían en recipientes de un solo uso.



En los siglos sucesivos han sido muchos los usos o anécdotas alrededor de este montículo, de hecho en la base de la colina fueron excavadas distintas grutas “grottini” para almacenar vinos dado que la temperatura permanece estable en el interior, alrededor de los 10 grados, todo el año. Estas grutas hoy se han convertido en locales de ocio nocturno o restaurantes que animan la vida nocturna de Roma.

La memoria de este monte está unida a las fiestas de carnaval, los denominados juegos del Testaccio “ludus Testaccie” eran una especie de fiesta pagana donde en la Edad Media se lanzaban desde lo alto cerdos, terneros y otros animales, a los pies de la colina les esperaban una serie de participantes, espada en mano, que se enfrentaban en una macabra cacería al objeto de conseguir una pieza.


                   "La festa di Testaccio fatta in Roma", grabado de 1558. 



Una cruz colocada en la cima en 1914 recuerda que este lugar fue el punto final de un Vía Crucis del viernes santo que partía desde el foro Boario a semejanza del recorrido bíblico, así el Testaccio simulaba el monte Calvario donde fue crucificado Cristo. Por otra parte han sido numerosas las ocasiones en qué este montículo ha sido un punto estratégico en las empresas bélicas, en el siglo XVII se tomó como plataforma para apuntar y disparar los cañones contra  el Castel S. Angelo entonces residencia del Papa, dos siglos más tarde el Testaccio fue la base de operaciones para tener a raya a las tropas francesas que asediaban la ciudad en 1849. En tiempos más contemporáneos la colina albergó las baterías antiaéreas de las tropas fascistas durante la segunda guerra mundial, todavía hoy se pueden observar las cuatro plataformas que las sostenían.