domingo, 20 de noviembre de 2016

La Cloaca Máxima


En los albores del nacimiento de Roma, s. VIII a. C., la llanura al pie de las 7 colinas era un lugar pantanoso e insalubre debido a las constantes crecidas del río Tíber, este meandro de la margen derecha arrojaría agua que acabaría por estancarse. Así los primeros habitantes se refugiarían en las colinas colindantes, estamos hablando de los Latinos población de origen indoeuropea. A ellos se debe los primeros asentamientos de cierta importancia que algunos siglos después darán vida a Roma, una de las más grandes civilizaciones de la historia.




Con los últimos reyes esta civilización se preparaba para tener un papel importante en el Mediterráneo, pero para conseguirlo era preciso articular un correcto dominio del territorio inicial, redefinir el paisaje y alterar la geografía. La tradición atribuye a Tarquinio Prisco y Tarquinio el Magnífico la construcción del primer tramo de la imponente Cloaca Máxima que permitió sanear la zona que actualmente ocupan los Foros, el Circo Máximo y la Suburra. Es en el tramo de los Foros donde la cloaca es más monumental en el sentido que se conservan perfectamente las huellas del antiguo canal sin cubierta. Este proyecto recogía además los colectores de descarga que existían en el Velabro (valle que conectaba el Foro Romano con el Foro Boario).
Así toda la zona se colmato con sucesivos estratos de tierra y se deseco completamente con un canal central que conducía el agua de forma que evitaba la futura formación de lagunas. El nuevo espacio, libre de inundaciones gana protagonismo en detrimento de otras colinas donde se ha constatado la presencia de primitivas cabañas, como es el caso del Palatino. Con un perfecto drenaje se ha fijado la primera pavimentación del Foro hacia el último tercio del s. VII a.C.


Esta red secundaria que desembocaba en la Cloaca Máxima tiene sus inicios en el Velabro pero continuara expandiéndose para drenar un territorio mucho más amplio. Más tarde se han descubierto restos correspondientes a esta etapa junto a la Vía Sacra, a las que pueden sumarse algunos vestigios encontrados en la vertiente del Palatino recayendo hacía el Foro. En su inicio no fue propiamente una cloaca sino un canal, al descubierto, pero ya en el s. II a. C. fue enterrado. Como testimonio de aquel primitivo canal, hoy se puede observar como la parte superior del muro arcaico es el apoyo de la cubierta posterior. Justo en espacio donde se fusionaron muro y cubierta existen unos huecos de forma cuadrada sobre los dos lados del muro. Se especula que estos vanos alojaran unas molduras de madera para evitar que los grandes bloques de piedra cayeran en el canal. Otra explicación justificaría la existencia de grandes vigas que harían la función de puentes para atravesar el canal. Desde entonces la cloaca no ha dejado de estar en funcionamiento, incluso en el s. XIX  se integró con éxito a la red de alcantarillado urbano moderno. En las proximidades del puente Palatino destaca, en la orilla derecha del Tíber, la desembocadura de la cloaca, terminada hacia el 90 a. C. Está compuesta de un arco de medio punto con tres bandas de bloques de piedra en cuña dispuestos de manera radial insertado en un muro de toba.




El recorrido se iniciaría en la Suburra (un asentamiento en las faldas del Quirinal y el Viminal), cruzaría en diagonal el Foro de Nerva en dirección al Foro romano, después atravesaría el Velabro y efectuaría una pronunciada curva hasta el Foro Boario donde  finalizaría en un tramo recto hasta desembocar al lado del puente del Palatino.




La cloaca debió de asumir un papel primordial a la vez que la ciudad crecía, ya que debía de evacuar una gran cantidad de agua en un breve espacio de tiempo. Cabe recordar que a la ciudad se le van sumando diferentes acueductos que aportan agua desde los montes. El conducto tendría una sección de 2,70 metros de atura por 2,12 de amplitud, aunque aumenta progresivamente hasta la desembocadura donde alcanzaría los 3,30 de altura y una amplitud de 4,50. Su tramo final fue rectificado debido a la construcción, más reciente, de un muro que bordea las orillas del río. Existen numerosos ingresos a la cloaca, pero es el más conocido y más cómodo se sitúa debajo de la Basilica Giulia.

Por otro parte también se realizaron numerosos pozos para desaguar cuando las precipitaciones eran abundantes, evidentemente estos conductos que revertían el agua sobre la cloaca Máxima estaban cubiertos con una tapa similar a nuestras alcantarillas actuales, aunque elaboradas en mármol. La más interesante se conserva colgada en el atrio de Santa María in Cosmedin, colindante con el Foro Boario, se trata de la conocida “Bocca della Verità”. Esta tapa de alcantarilla tiene su propia leyenda pero eso ya es otra historia.




En el Foro Romano todavía se contempla un basamento como una especie de santuario circular en mármol que representa el culto a la Venus Cloacina o “alcantarilla” cuya función era la de proteger, limpiar y purificar el territorio romano, es decir, velar por la higiene y evitar terribles epidemias. Este basamento se sitúa cerca de la Vía Sacra, a los pies de la fachada principal de la Basilica Emilia.




La construcción de la Cloaca Máxima no debió de resultar sencilla, existen algunos datos recogidos en los escritos de Livio y Plinio donde se destaca que los trabajadores sufrieron grandes penalidades de forma que muchos se amotinaron, intentaron fugarse o incluso eligieron el suicidio como medio de evitar una tarea inhumana. Deberíamos imaginar la escasa ventilación, la falta de higiene o la dureza de picar o excavar como causas de la fatiga de los operarios.


















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