Paseando por el silencioso barrio ebraico conformado por
las callejuelas que se encuentran entre el teatro Marcello y el Área Sacra, no
muy lejos de la isla Tiberina, encontramos una pequeña y elegante plaza. Este
lugar conocido como piazza Mattei alberga una fuente de gran originalidad y
refinamiento.
No es precisamente un lugar privilegiado en las guías de
los turistas, pero el lugar bien merece la pena y la tranquilidad normalmente
esta asegurada.
Una preciosa fuente renacentista preside la plaza desde
hace siglos.
Giacomo de la Porta elaboró un primer proyecto entre 1581 y
1588 con la ayuda del escultor florentino Taddeo Landini, la fuente presenta una serie de esculturas sobre una compleja estructura arquitectónica
que además se enriquece con una amplia gama de mármoles policromos. Cuando en
1570 la denominada Congregación de las fuentes de Roma presentó las nuevas
fuentes alimentadas con la construcción de un nuevo acueducto “Acqua Vergine”,
la piazza Mattei no estaba incluida. Sin embargo una década después aparece ya
un documento donde se prevé una fuente en este lugar.
Los Mattei fueron una poderosa familia enriquecida con las
actividades comerciales, allí donde se encontraban las ruinas del teatro Balbo
edificaron su primer edificio a mitad del siglo XV (“Casa de Domenico Mattei”).
Dicha casa se convertirá en un verdadero palacio en el siglo posterior, para ello
necesitaron la colaboración de los vecinos del Guetto a los que en
agradecimiento les brindaron toda su protección.
A partir de aquí entramos en el terreno de la leyenda,
visible no solo en la fuente sino también en una curiosa ventana tapiada en la
fachada de uno de los palacios.
Se cuenta que uno de los duques, jugador empedernido, una
noche perdió una gran cantidad de dinero. Conocidos los hechos, su futuro
suegro, le retiró la mano de su hija, es decir, la prometida del duque, así
este último vio ultrajado su honor. El duque decidió rápidamente restaurar esta
afrenta y de forma astuta organizó una
gran fiesta que se prolongó hasta el amanecer.
Durante la noche y en absoluto secreto mandó construir una
bellísima fuente, en un determinado momento se la mostró a su futuro suegro
desde una de las ventanas, añadiendo: “Mirad que cosa es capaz de hacer en
pocas horas un empobrecido Mattei”.
El duque recupero su honor y la mano de su prometida,
después en recuerdo de esta demostración de poder mandó tapiar la ventana desde
la que había mostrado su obra.
Naturalmente como todas las leyendas esta también tiene sus
puntos débiles, que sí la fuente ya estaba realizada y la arrastraron con una
plataforma con ruedas, que si la construcción de la fuente no coincide con las
fechas en que vivieron los protagonistas de la historia, etc.
La tesis más arraigada es que el noble Muzio Mattei decidió
presionar a la administración para que la nueva “traída” de aguas “Acqua
Vergine” llegara hasta sus dominios. A cambio él mismo se comprometía a pagar
de su bolsillo, la pavimentación y embellecimiento de la plaza. De lo que no
hay duda es que el monumento es de un preciosismo y riqueza que no podría
erigirse sin la colaboración de un poderoso mecenas.
La escultura en bronce de cuatro delicados jóvenes jugando
con otros tantos delfines se enmarca en la más pura tradición manierista de la
época. Estos efebos apoyan un pie sobre una bañera con forma de concha (mármol
africano) , mientras extienden sus brazos hacia la parte superior. En el
proyecto inicial estos jóvenes deberían haberse ejecutado en mármol, un
material más prestigioso pero finalmente se optó por el bronce un material
también de gran belleza y muy resistente a la intemperie. La base de la fuente
esta realizada en travertino y pavonazzetto, mármoles de gran resistencia.
Por otra parte además de los cuatro delfines de la parte
inferior, en inicio estaban previstos otros cuatro delfines que serían
empujados por los efebos hacia el cuenco (en mármol gris antiguo) superior de
la fuente. Estos restantes delfines se descartaron y fueron a decorar otra
fuente, la “fontana della Terrina” hoy en la plaza de la Iglesia Nueva.
Arriba, una bañera con cuatro tortugas (que le dan el
nombre a la fuente) en los bordes. Estos animalitos parecen resbalar (este
desequilibrio nos conduce directamente al futuro barroco, que aquí ya ensaya
sus fórmulas) de forma que la mano de los efebos sugiere el contacto con las
tortugas. Estas fueron colocadas a posteriori ya a mediados del siglo XVII y
están atribuidas al artista del momento, el gran G.L. Bernini escultor al
servicio del Papa Alejandro VII y autor de innumerables obras de gran
prestigio. El conjunto es de una gracia y finura inigualable, el recurso del
agua y el volumen será largamente explorado en toda la Europa de los siglos
posteriores.
Estas frágiles tortugas han tenido una dilatada historia
porqué en numerosas ocasiones han sido robadas u objeto de actos vandálicos.
Aunque por fortuna siempre han sido recuperadas, las originales podemos
observarlas en los Museos Capitolinos,
las de la fuente son copias, eso sí muy realistas.
Es evidente que la fuente ha estado sometida en muchas
ocasiones a tareas de mantenimiento y limpieza, su principal enemigo es quizás
el agua calcárea de la zona.

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