viernes, 16 de diciembre de 2016

Cementerio no católico

En esta ocasión el destino es el “Cimitero Acattolico” de Roma, un cementerio laico y tal vez el más romántico de la ciudad eterna.
Se construyó ante la necesidad de inhumar extranjeros y no creyentes. Aquí se puede encontrar entre otras la tumba del poeta Jonh Keats quién no quiso que hubiera nada escrito en su lápida, ni nombre, ni fechas, solo se lee lo siguiente: “Aquí yace un hombre cuyo nombre fue escrito en el agua”.
En esta apartada esquina de Roma encontramos una tranquilidad inesperada, aunque cada vez hay más turistas que van descubriendo este lugar dulce que te transporta hasta siglos atrás. Además de su belleza, el cementerio rebosa poesía dado que aquí están enterrados diversos viajeros, escritores e intelectuales que visitaron o se establecieron en la urbe.



Para la religión católica los cementerios son lugares lúgubres, de absoluta infelicidad donde los visitantes se preguntan si hay un cielo o un paraíso esperando, sin embargo en este cementerio laico las cosas son diferentes.
De estilo anglosajón, el lugar es muy apacible con una pradera para disfrutar de un paseo reposado, donde poder pasar una tarde de otoño observando los delicados mausoleos y la exuberante vegetación.
Sin duda se respira una atmósfera diferente aunque solo sea porque el cementerio recoge en sus entrañas los restos de jóvenes poetas, que atraídos por la irresistible belleza decadente de esta vieja ciudad, acabaron sus días en la ciudad del Tiber.
Llegados desde diversos puntos de Europa aún a riesgo de contraer la malaria u otras epidemias, sobraban los motivos: promesas de amor, melancolía, fascinación por el arte o simplemente conocer la “Caput mundi”.
Al fin y al cabo Roma  fue el centro de Occidente y morir aquí para muchos bohemios era un lujo, cabe pensar que Horacio o Catulo ya cantaban sus dramas por estas tierras en tiempos precedentes a Cristo. Elogiaban una vida retirada e invitaban a la juventud a gozar el presente, “Carpe Diem”.Estos amantes de lo desconocido cuya meta era Roma reposan hoy bajo una alfombra verde a la sombra de la siempre llamativa pirámide de Cestio o las imponentes murallas Aurelianas que bordean el camposanto.



Este cementerio ubicado en el Testaccio nace a partir de las normativas del catolicismo, ya que a los protestantes o no creyentes no les estaba permitida la entrada en las tierras sagradas donde descansaban los cristianos. Sin embargo se hacía necesario buscar lugares para enterrar a quienes rechazaban la fe de Cristo, a finales del siglo XVI y especialmente en la siguiente centuria aparecen los primeros cementerios no católicos como en Livorno, Venecia o Florencia.
El de Roma se inauguró hacia la primera mitad del siglo XVII según la documentación existente sobre el permiso concedido por el Papa Clemente XI (1649-1721) a algunas familias aristocráticas inglesas exiliadas en la ciudad del Coliseo. Más tarde se amplió la oferta para aquellos viajeros infatigables del denominado Grand Tour. Aquel viaje a través de Europa que se realizó del siglo XVII al XIX principalmente por jóvenes ingleses de alto nivel adquisitivo, para formarse en Arquitectura, Arte y Literatura.
El principal valor del Grand Tour residía en la exposición al legado cultural de la antigüedad Clásica y del Renacimiento. Además, proveía la única oportunidad de ver obras de arte concretas y  posiblemente la única oportunidad de oír cierta música. Un viaje que podía durar desde varios meses a varios años.
La primera sepultura destacada es la de un estudiante de Oxford llamado Langton en 1738, si bien la apertura oficial del cementerio se llevó a cabo en 1821 en tiempos de Pio VII.


Con el auge del estilo neoclásico de finales del siglo XVIII a la ciudad llegaban oleadas de estudiantes, escritores o artistas, de forma que el número de no católicos aumentó considerablemente. Tras el neoclasicismo llegó el romanticismo y Roma continuó siendo un polo de atracción a nivel internacional, sin duda escala o destino de un viaje romántico por el viejo continente. A lo largo del s. XIX se realizarán sucesivas ampliaciones en esta parcela libre del credo cristiano y ya en 1918 el lugar fue definido como un espacio de interés monumental a nivel nacional.
Algunos de los difuntos más relevantes fueron August Goethe hijo del famoso escritor, Percy Bysshe, Walter Amelung o Karl Brullov.
Algunos italianos ilustres también fueron enterrados en este lugar, pero ya en épocas más recientes. El suicidio o sus ideas, en el caso de algunos, les hizo sentirse extranjeros en su propia patria. Aquí por ejemplo se hayan enterrados Antonio Gramsci, Carlo Emilio Gadda o Dario Bellezza.

Praderas, viejos cipreses, mármoles blancos, hojas secas, mensajes en todas las lenguas del mundo y algún que otro gato conciben al lugar un halo misterioso, atrayente que da valor a un lugar difícil de imitar.

Si visitáis el lugar podeís llevar flores a los escritores románticos, acariciar el rostro marmóreo de Devereux Cockburn, el joven inglés cuyo sarcófago lo inmortaliza en pose neoclásica o levantar el puño derecho hacia el cielo frente a la tumba del marxista italiano Gramsci.

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