De los muchos rincones donde arte e
historia se dan cita en la ciudad de las 7 colinas, hay uno al final de la Via
XX Settembre que merece ser visitado.
La conocida Porta Pía no es otra cosa
que una entrada monumental realizada en el s. XVI por el gran Miguel Ángel
Buonarroti dentro de un programa de embellecimiento de la urbe llevado a cabo
por orden de los Papas del Renacimiento y más tarde del Barroco.
La puerta Pía recibe el nombre de su
mecenas, el Papa Pío IV, quién, según el gran biógrafo de los artistas
italianos G. Vasari, eligió el proyecto menos caro de los tres presentados por
M. Ángel. El objetivo era sustituir la antigua Porta Nomentana que cerraba la
larga avenida que comenzaba a los pies del Quirinal, la nueva puerta fue
realizada entre 1561 y 1564 y como la anterior formaba parte de un tramo de las
murallas Aurelianas.
El diseño inicial de M. Ángel concebía un monumento
simple pero original, dentro de un estilo muy personal que a partir del empleo
de elementos clásicos se alejaba del orden imperante hasta entonces. M. Ángel
como ya había demostrado en otros edificios como la Biblioteca Laurenziana en
Florencia gustaba de experimentar y por ello rompió con la rigidez anterior y
señalo un nuevo camino, el llamado “manierismo”, proceder “alla mia maniera”.
El encuadre de la puerta en las murallas se llevó a
cabo a través de dos cuerpos laterales rematados con almenas. La fachada
principal esta encarada hacia la parte interna de lo que entonces era la
ciudad, sin embargo el proyecto inicial no se llevó en su totalidad a edificar
por diversos motivos. El primero fue la muerte del gran maestro cuatro meses
antes de la inauguración de la puerta cuando el monumento no estaba aún
finalizado, después en 1576 y debido al tráfico de personas y carretas el vano
central fue ensanchado. Fue una obra inconclusa que permaneció así alrededor de
tres siglos. Una medalla de bronce conmemorativa de 1561 realizada por
Gianfederico Bonzagna, muestra un plano primitivo de Miguel Ángel, muy
diferente de su diseño final.
Algunas pinturas y dibujos de la época muestran al
edificio con una sola altura, el frontón central con el emblema papal y los dos
ángeles esculpidos por Nardo de Rossi en 1568 cerrarían por arriba el
monumento, por lo tanto no existía la torre central.
Ya en la mitad del siglo XIX el Papa Pio IX ordenó
completar la obra (1851-1869) confiando el encargo al arquitecto de la cámara
apostólica Virginio Vespignani quién cambio profundamente el aspecto de la
fachada que daba al exterior, hacia la via Nomentana. Las pilastras fueron
alargadas hasta un ático con inscripciones de nueva construcción, por su parte
el frontón triangular fue sustituido por uno neobarroco.
También hacia la parte de la via Nomentana se
edificaron varias construcciones al objeto de albergar el servicio aduanero ya
que el lugar era una de los accesos más importantes a la ciudad del Tíber. Se
realizaron dos alas rectangulares paralelas y perpendiculares a la puerta.
El resultado final fue un monumento con aspecto de
cuadrilátero de ladrillo y mármol travertino, donde las dos fachadas no guardan
apenas similitud. Destacan en la fachada hacia la via Nomentana dos bellas
esculturas que encontraron su ubicación en dos nichos sobre potentes basamentos
quedando flanqueadas de cuatro columnas corintias lisas, se trata de San
Alejandro y Santa Inés.
Con estas decisiones el proyecto del s. XVI queda
desvirtuado, especialmente porque la idea de horizontalidad viene marginada por
el aspecto de verticalidad.
La fachada interna mantiene en mayor medida la idea
original de Miguel Ángel con un imponente tímpano muy ornamentado y sustentado
por dos pilastras estriadas. En el centro el vano cuyo dintel, que forma
ángulos obtusos en las esquinas, está coronado por una luneta a modo de arco de
descarga, y la cornisa superior, que se apoya en las pilastras, que enmarcan el
vano, está coronada a su vez por un segmento circular interrumpido, enmarcado
por un frontón triangular. A ambos lados un ventanal coronado por un frontón y
más arriba una ventanita simulada con unos relieves a modo de cornisa. Ya en
modulo superior y como ornamento un círculo en relieve y otro incrustado en el
mismo cuerpo rodeado de un motivo, que nos recuerda una toalla, lo que le
aporta estilización.
Este extraño icono parece ser que haría alusión a
los orígenes del Papa Pio IV, descendiente de una rama milanesa de los Medici,
alejada de la riqueza de la gran familia florentina y según la creencia popular
dedicados al oficio de barberos. Aquí nace la anécdota ya que en aquel tiempo
algunos especularon con la posibilidad de que M. Ángel se hubiera burlado de su
mecenas y hubiera simulado la toalla, el cubo y dentro la pastilla de jabón,
utensilios propios de los barberos del momento. Lo cierto es que en su juventud
el genio había trabajado muy estrechamente con los auténticos Medici y ahora a
su vejez tenía que plegarse a las exigencias de un Papa que escatimaba dinero
en los proyectos artísticos.
Por extrañas y difíciles que nos resulte el análisis
de estas formas sería un error pensar que fuera una mera improvisación de M.
Ángel, ya que como muestran muchos dibujos de la época son el resultado de una
serie de estudios preliminares muy precisos.
Vista de lejos, la acumulación de formas pesadas y
prominentes de la puerta atrae la mirada hacia las que se agrupan sobre el vano
formando el frontón. Por otro lado, el vano, cuando se pasa por él, resulta
opresivamente estrecho y bajo en comparación con la altura y anchura del
frontón.
Sin embargo los romanos cuando piensan
en este monumento lo relacionan siempre con la “breccia”, ¿pero qué es la
“breccia”? La breccia traducida como brecha o grieta hace referencia a un
capitulo heroico de la creación de la nación italiana. Cuando en 1870 la
unificación italiana era ya casi un hecho faltaba solo un obstáculo, la ciudad
de Roma, en manos del Papa y hasta no hacía mucho tiempo defendida por tropas
francesas. Los soldados del ejército unificador (“I Bersaglieri”) dirigidos por
el general Cadorna entraron en Roma a través de una grieta en las murallas
Aurelianas muy cerca de la Porta Pía. Abierta la Puerta las tropas italianas
con 60.000 soldados se enfrentaron a las tropas papales con 13.000 efectivos,
aunque hubieron algunas docenas de muertos entre ambos bandos, el Papa no tardo
en ordenar la rendición.
El balance material se saldó con la destrucción por
los cañones de las dos esculturas de S. Alejandro y Sta. Inés que fueron más
tarde restauradas y reubicadas. Aquella célebre jornada Italia quedó unificada
por ello la avenida que desemboca en la Porta Pia recibe el nombre de 20
Settembre. Además allí donde tuvo lugar la “breccia” se levantó un monumento en
mármol y bronce con la escultura de la victoria alada, de inspiración griega,
que conmemora la liberación de Roma. Precisamente donde antes se habían construido
las dependencias de la aduana entre fachada y fachada ahora se ubica un museo
dedicado a los Bersaglieri.
A pocos metros de distancia se encuentra una
escultura en bronce levantada en época de Mussolini sobre un basamento de
travertino, en honor a los bersaglieri que abrieron la mencionada brecha que
permitió anexionar Roma a Italia.
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