viernes, 3 de febrero de 2017

La Porta Pia

De los muchos rincones donde arte e historia se dan cita en la ciudad de las 7 colinas, hay uno al final de la Via XX Settembre que merece ser visitado.
La conocida Porta Pía no es otra cosa que una entrada monumental realizada en el s. XVI por el gran Miguel Ángel Buonarroti dentro de un programa de embellecimiento de la urbe llevado a cabo por orden de los Papas del Renacimiento y más tarde del Barroco.
La puerta Pía recibe el nombre de su mecenas, el Papa Pío IV, quién, según el gran biógrafo de los artistas italianos G. Vasari, eligió el proyecto menos caro de los tres presentados por M. Ángel. El objetivo era sustituir la antigua Porta Nomentana que cerraba la larga avenida que comenzaba a los pies del Quirinal, la nueva puerta fue realizada entre 1561 y 1564 y como la anterior formaba parte de un tramo de las murallas Aurelianas.




El diseño inicial de M. Ángel concebía un monumento simple pero original, dentro de un estilo muy personal que a partir del empleo de elementos clásicos se alejaba del orden imperante hasta entonces. M. Ángel como ya había demostrado en otros edificios como la Biblioteca Laurenziana en Florencia gustaba de experimentar y por ello rompió con la rigidez anterior y señalo un nuevo camino, el llamado “manierismo”, proceder “alla mia maniera”.
El encuadre de la puerta en las murallas se llevó a cabo a través de dos cuerpos laterales rematados con almenas. La fachada principal esta encarada hacia la parte interna de lo que entonces era la ciudad, sin embargo el proyecto inicial no se llevó en su totalidad a edificar por diversos motivos. El primero fue la muerte del gran maestro cuatro meses antes de la inauguración de la puerta cuando el monumento no estaba aún finalizado, después en 1576 y debido al tráfico de personas y carretas el vano central fue ensanchado. Fue una obra inconclusa que permaneció así alrededor de tres siglos. Una medalla de bronce conmemorativa de 1561 realizada por Gianfederico Bonzagna, muestra un plano primitivo de Miguel Ángel, muy diferente de su diseño final.





Algunas pinturas y dibujos de la época muestran al edificio con una sola altura, el frontón central con el emblema papal y los dos ángeles esculpidos por Nardo de Rossi en 1568 cerrarían por arriba el monumento, por lo tanto no existía la torre central.
Ya en la mitad del siglo XIX el Papa Pio IX ordenó completar la obra (1851-1869) confiando el encargo al arquitecto de la cámara apostólica Virginio Vespignani quién cambio profundamente el aspecto de la fachada que daba al exterior, hacia la via Nomentana. Las pilastras fueron alargadas hasta un ático con inscripciones de nueva construcción, por su parte el frontón triangular fue sustituido por uno neobarroco.



También hacia la parte de la via Nomentana se edificaron varias construcciones al objeto de albergar el servicio aduanero ya que el lugar era una de los accesos más importantes a la ciudad del Tíber. Se realizaron dos alas rectangulares paralelas y perpendiculares a la puerta.
El resultado final fue un monumento con aspecto de cuadrilátero de ladrillo y mármol travertino, donde las dos fachadas no guardan apenas similitud. Destacan en la fachada hacia la via Nomentana dos bellas esculturas que encontraron su ubicación en dos nichos sobre potentes basamentos quedando flanqueadas de cuatro columnas corintias lisas, se trata de San Alejandro y Santa Inés.

Con estas decisiones el proyecto del s. XVI queda desvirtuado, especialmente porque la idea de horizontalidad viene marginada por el aspecto de verticalidad.
La fachada interna mantiene en mayor medida la idea original de Miguel Ángel con un imponente tímpano muy ornamentado y sustentado por dos pilastras estriadas. En el centro el vano cuyo dintel, que forma ángulos obtusos en las esquinas, está coronado por una luneta a modo de arco de descarga, y la cornisa superior, que se apoya en las pilastras, que enmarcan el vano, está coronada a su vez por un segmento circular interrumpido, enmarcado por un frontón triangular. A ambos lados un ventanal coronado por un frontón y más arriba una ventanita simulada con unos relieves a modo de cornisa. Ya en modulo superior y como ornamento un círculo en relieve y otro incrustado en el mismo cuerpo rodeado de un motivo, que nos recuerda una toalla, lo que le aporta estilización.



Este extraño icono parece ser que haría alusión a los orígenes del Papa Pio IV, descendiente de una rama milanesa de los Medici, alejada de la riqueza de la gran familia florentina y según la creencia popular dedicados al oficio de barberos. Aquí nace la anécdota ya que en aquel tiempo algunos especularon con la posibilidad de que M. Ángel se hubiera burlado de su mecenas y hubiera simulado la toalla, el cubo y dentro la pastilla de jabón, utensilios propios de los barberos del momento. Lo cierto es que en su juventud el genio había trabajado muy estrechamente con los auténticos Medici y ahora a su vejez tenía que plegarse a las exigencias de un Papa que escatimaba dinero en los proyectos artísticos.




Por extrañas y difíciles que nos resulte el análisis de estas formas sería un error pensar que fuera una mera improvisación de M. Ángel, ya que como muestran muchos dibujos de la época son el resultado de una serie de estudios preliminares muy precisos.
Vista de lejos, la acumulación de formas pesadas y prominentes de la puerta atrae la mirada hacia las que se agrupan sobre el vano formando el frontón. Por otro lado, el vano, cuando se pasa por él, resulta opresivamente estrecho y bajo en comparación con la altura y anchura del frontón.



Sin embargo los romanos cuando piensan en este monumento lo relacionan siempre con la “breccia”, ¿pero qué es la “breccia”? La breccia traducida como brecha o grieta hace referencia a un capitulo heroico de la creación de la nación italiana. Cuando en 1870 la unificación italiana era ya casi un hecho faltaba solo un obstáculo, la ciudad de Roma, en manos del Papa y hasta no hacía mucho tiempo defendida por tropas francesas. Los soldados del ejército unificador      (“I Bersaglieri”) dirigidos por el general Cadorna entraron en Roma a través de una grieta en las murallas Aurelianas muy cerca de la Porta Pía. Abierta la Puerta las tropas italianas con 60.000 soldados se enfrentaron a las tropas papales con 13.000 efectivos, aunque hubieron algunas docenas de muertos entre ambos bandos, el Papa no tardo en ordenar la rendición. 



El balance material se saldó con la destrucción por los cañones de las dos esculturas de S. Alejandro y Sta. Inés que fueron más tarde restauradas y reubicadas. Aquella célebre jornada Italia quedó unificada por ello la avenida que desemboca en la Porta Pia recibe el nombre de 20 Settembre. Además allí donde tuvo lugar la “breccia” se levantó un monumento en mármol y bronce con la escultura de la victoria alada, de inspiración griega, que conmemora la liberación de Roma. Precisamente donde antes se habían construido las dependencias de la aduana entre fachada y fachada ahora se ubica un museo dedicado a los Bersaglieri.



A pocos metros de distancia se encuentra una escultura en bronce levantada en época de Mussolini sobre un basamento de travertino, en honor a los bersaglieri que abrieron la mencionada brecha que permitió anexionar Roma a Italia.






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