sábado, 25 de febrero de 2017

Iglesia de San Stefano Rotondo

Entre las más de 900 iglesias romanas hay una que destaca por su antigüedad y por su fisionomía, se trata de una iglesia paleocristiana ubicada en el rione Celio, que correspondía con una de las 7 legendarias colinas. Nuestro destino se halla muy cerca de la más famosa iglesia de S. Giovanni in Laterano. Nos referimos a la iglesia de S. Stefano Rotondo erigida en el s. V d.c.  con planta centralizada.




Según testimonio del llamado “Liber Pontificalis”, la basílica  fue edificada a mediados del V siglo y después consagrada por orden  del Papa Simplicio (468-463 d.c.) y dedicada al diacono y primer mártir del cristianismo S. Stefano (San Esteban) que fue acusado de blasfemia por las autoridades judías y lapidado.
Los que lo apedreaban dejaron sus vestidos junto a un joven llamado Saulo (el futuro S. Pablo que se convertirá por las oraciones de este mártir) y qué entonces aprobaba aquel delito. Su cuerpo había sido descubierto unas pocas décadas antes en Tierra Santa, y llevado a Roma.




Sepultado debajo de la iglesia hay un mitreo del siglo II d.c. , que se relaciona con la presencia de barracones de soldados romanos en el barrio. En las paredes hay frescos que personifican el culto a la luna.




Por su parte el culto a Mitra era especialmente popular entre los soldados. Los restos de Castra Peregrinorum, los barracones de los peregrini, oficiales apartados de los ejércitos provinciales para servicios especiales en la capital, se encontraron justo debajo de Santo Stefano Rotondo.



El Mitraísmo era la ‘religión escogida’ de pescadores, comerciantes, y en particular, de los militares, quienes adoptaron a Mitra como posteriormente fueron  adoptados San Miguel o San Jorge – Mitra sacrificaba toros, San jorge mataba dragones. El Mitraísmo sostuvo -  y perdió – una batalla de doscientos años con la creciente religión de Cristo, dentro de la cual fueron incorporados muchos de sus rituales, y muchas de sus costumbres.
Desafortunadamente, el Mitraísmo excluyó enteramente a las mujeres, haciendo que las matronas romanas pudientes y con un espíritu de religiosidad, buscaran el judaísmo primero, y después el cristianismo. También, a diferencia del cristianismo, se abstuvo de atraer especialmente a los menos educados, los marginados de la sociedad. Era una religión favorecida por emperadores, no por esclavos.

En el siglo VII los restos de los santos y hermanos romanos Primo y Feliciano fueron trasladados, por orden de Teodoro I, desde las catacumbas a la iglesia de S. Stefano por ello en el anillo exterior fue erigida una magnífica capilla que en la época medieval se convertirá en un importante lugar de peregrinaje. Son relevantes los mosaicos en estilo bizantino de los dos santos, de los pocos que se conserva en Roma.



Estructuralmente es un recinto muy singular porque presenta 3 círculos concéntricos, el anillo más externo de las columnatas radiales superadas por un muro delimitaban cuatro estancias de mayor altura, que inscribían en la planta circular una cruz griega, reconocible desde el exterior por la diferencia de altura de los techos lo que le otorga gran similitud a la basílica del santo sepulcro en Jerusalén. La iglesia concéntrica  presentaba en su parte central una nave rodeada de 22 columnas jónicas arquitrabadas, el segundo anillo era el “ambulacro “ o deambulatorio con 44 arcos apoyados en 36 columnas y ocho pilastras con forma de T, desde donde arrancaban los muros che dividían  el tercer anillo cerrado al exterior con un muro perimetral, este último anillo que dividía en ocho secciones, las cuatro que coincidían con los atrios eran más altas por que en su disposición simbolizaban los cuatro lados de la cruz griega.




Los otros cuatro sectores estaban, a su vez, divididos en dos partes, patio cubierto y patio abierto. Las entradas al recinto se repartían en 8 puertas, dos en cada uno de los 4 patios cubiertos desde donde se accedía a los patios abiertos y al resto del recinto.
La geometría tenía también su protagonismo ya que la altura  del espacio central era de 22 metros como su diámetro y como el número de ventanas que se abrían, igualmente el anillo estaba compuesto de 22 columnas expoliadas en diferentes lugares de la ciudad. Esto explicaría las diferentes alturas de las mismas, sin embargo este aparente inconveniente venía resuelto con los capiteles construidos “ex professo” para culminar cada columna.



En el centro fue ubicada la denominada “Silla de Gregorio Magno” a quien se atribuye una cátedra que aún se conserva, un asiento en mármol de época romana, del que se eliminaron en el siglo XIII el respaldo y los reposabrazos.



Aunque los templos redondos recordaban a las religiones paganas (Tholos de Delfos o Pantheon), se aceptaban para señalar aquellos lugares donde yacían los restos de los mártires, por ejemplo el templo de S. Pietro in Montorio, visto aquí en otra entrada del blog.
En  época medieval se especulaba a menudo sobre el origen de S. Stefano, su redondez parecía delatar oscuros orígenes como el templo de Fauno o de algún emperador romano. Lo cierto es que para entonces ya se habían perdido sus materiales más preciados, mosaicos y mármoles de pórfido, sin embargo este estado de ruina no fue impedimento para diferentes remodelaciones.




Otra restauración dirigida por el papa Inocencio II entre 1139 y 1143 alteró la columnata externa que fue cerrada con muros de ladrillo y creó un pórtico de entrada cubierto con una bóveda, con cinco arcos sobre columnas con fustes reutilizados de granito y capiteles toscanos.







Ya en el quattrocento el edificio mostraba un estado deplorable de manera que en 1453 el Papa Nicolás V (1447-1455) tras su exilio de Avignon contó con S. Stefano en su programa de exaltación y embellecimiento de la sucia y abandonada ciudad del medievo. Nicolás V encargó al arquitecto y escultor Bernardo Rosellino restaurar la iglesia, Rosellino realzó el nivel del suelo, colocó un altar de mármol en el centro, eliminó para siempre el antiguo ambulatorio externo y cerró las 22 ventanas del tambor, las cuales fueron sustituidas con las actuales 8 bíforas. S, Stefano adquirió también  un aspecto renacentista en la zona de ingreso. De los brazos de la cruz griega quedó sólo uno, usado como vestíbulo en correspondencia con el atrio.




El cambio fue tan rotundo que sobre la puerta principal el Papa mandó escribir: “Ecclesiam hanc prothomartyris Stephani dia ante collapsam, Nicolaus V. pontifex maximus de integro restauravit anno 1453”.
Renovado el recinto fue confiado a los monjes húngaros de S. Pablo Eremita que algo más tarde dedicaran el lugar a la instrucción en el colegio Germanico- Húngaro, 1579 en plena contrarreforma.
El altar mayor fue dedicado, entre otros, a los santos húngaros de la familia real, los Árpád, como S. Stefano primer rey de Hungría (1000-1038), el príncipe heredero e hijo, S. Emerico y el siguiente rey, Ladislao. Sin embargo la derrota de Hungría por los turcos (1529) inauguró una época de declive en la orden de los pablistas eremitas, en 1580 solo quedaba uno. Nace entonces el citado colegio Germano-Hungaro al objeto de formar eficaces sacerdotes que contribuyeran en centro-europa a expandir los preceptos de la contrarreforma católica. Hasta la actualidad la basílica sigue siendo propiedad del colegio Germanico-Húngaro.




Las paredes de la iglesia están decoradas con numerosos frescos, para ello se contó con los artistas Niccolò Pomarancio y Antonio Tempesta quienes representaron más de 30 escenas de martirio, encargados por el papa Gregorio XIII en el siglo XVI.
Todas las pinturas tienen una inscripción explicando la escena y el nombre del emperador que ordenó las ejecuciones, así como citas de la Biblia.



Las pinturas son en su mayoría muy desagradables, son escenas brutales, representaciones de torturas y ejecución. Desgarrar, decapitar, quemar, acuchillar, rociar o apedrear son verbos que nos vendrían a la mente contemplando estas pinturas cuyo objetivo no era otro que llamar a los fieles a la compasión, la misericordia y la penitencia.






Entre las pinturas más conocidas se encuentran las matanzas de los inocentes o la escenificación de la virgen con los siete dolores; la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida del Niño Jesús en el Templo, el encuentro con Jesús durante el Vía Crucis, la Crucifixión de Jesús, el descendimiento de la Cruz y el entierro de Jesús.



El altar es obra del artista florentino Bernardo Rossellino en el siglo XV. La pintura en el ábside muestra a Cristo entre dos mártires. El mosaico y la decoración de mármol son del periodo 523-530. Un mosaico muestra a los mártires San Primo y San Feliciano flanqueando a una cruz enjoyada.




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