Entre las más de 900
iglesias romanas hay una que destaca por su antigüedad y por su fisionomía, se
trata de una iglesia paleocristiana ubicada en el rione Celio, que correspondía
con una de las 7 legendarias colinas. Nuestro destino se halla muy cerca de la
más famosa iglesia de S. Giovanni in Laterano. Nos referimos a la iglesia de S.
Stefano Rotondo erigida en el s. V d.c.
con planta centralizada.
Según testimonio del llamado
“Liber Pontificalis”, la basílica fue
edificada a mediados del V siglo y después consagrada por orden del Papa Simplicio (468-463 d.c.) y dedicada
al diacono y primer mártir del cristianismo S. Stefano (San Esteban) que fue
acusado de blasfemia por las autoridades judías y lapidado.
Los que lo apedreaban
dejaron sus vestidos junto a un joven llamado Saulo (el futuro S. Pablo que se
convertirá por las oraciones de este mártir) y qué entonces aprobaba aquel
delito. Su
cuerpo había sido descubierto unas pocas décadas antes en Tierra Santa, y
llevado a Roma.
Sepultado
debajo de la iglesia hay un mitreo del siglo II d.c. , que se relaciona con la presencia de
barracones de soldados romanos en el barrio. En las paredes hay frescos que
personifican el culto a la luna.
Por
su parte el culto a Mitra era especialmente popular entre los soldados. Los
restos de Castra Peregrinorum, los barracones de los peregrini, oficiales
apartados de los ejércitos provinciales para servicios especiales en la
capital, se encontraron justo debajo de Santo Stefano Rotondo.
El
Mitraísmo era la ‘religión escogida’ de pescadores, comerciantes, y en
particular, de los militares, quienes adoptaron a Mitra como posteriormente
fueron adoptados San Miguel o San Jorge
– Mitra sacrificaba toros, San jorge mataba dragones. El Mitraísmo sostuvo
- y perdió – una batalla de doscientos
años con la creciente religión de Cristo, dentro de la cual fueron incorporados
muchos de sus rituales, y muchas de sus costumbres.
Desafortunadamente,
el Mitraísmo excluyó enteramente a las mujeres, haciendo que las matronas
romanas pudientes y con un espíritu de religiosidad, buscaran el judaísmo
primero, y después el cristianismo. También, a diferencia del cristianismo, se
abstuvo de atraer especialmente a los menos educados, los marginados de la
sociedad. Era una religión favorecida por emperadores, no por esclavos.
En
el siglo VII los restos de los santos y hermanos romanos Primo y Feliciano
fueron trasladados, por orden de Teodoro I, desde las catacumbas a la iglesia
de S. Stefano por ello en el anillo exterior fue erigida una magnífica capilla que
en la época medieval se convertirá en un importante lugar de peregrinaje. Son
relevantes los mosaicos en estilo bizantino de los dos santos, de los pocos que
se conserva en Roma.
Estructuralmente es un
recinto muy singular porque presenta 3 círculos concéntricos, el anillo más externo de las columnatas
radiales superadas por un muro delimitaban cuatro estancias de mayor altura,
que inscribían en la planta circular una cruz griega, reconocible desde el
exterior por la diferencia de altura de los techos lo que le otorga gran
similitud a la basílica del santo sepulcro en Jerusalén. La iglesia
concéntrica presentaba en su parte
central una nave rodeada de 22 columnas jónicas arquitrabadas, el segundo
anillo era el “ambulacro “ o deambulatorio con 44 arcos apoyados en 36 columnas
y ocho pilastras con forma de T, desde donde arrancaban los muros che
dividían el tercer anillo cerrado al
exterior con un muro perimetral, este último anillo que dividía en ocho
secciones, las cuatro que coincidían con los atrios eran más altas por que en
su disposición simbolizaban los cuatro lados de la cruz griega.
Los otros cuatro sectores
estaban, a su vez, divididos en dos partes, patio cubierto y patio abierto. Las
entradas al recinto se repartían en 8 puertas, dos en cada uno de los 4 patios
cubiertos desde donde se accedía a los patios abiertos y al resto del recinto.
La geometría tenía también
su protagonismo ya que la altura del
espacio central era de 22 metros como su diámetro y como el número de ventanas
que se abrían, igualmente el anillo estaba compuesto de 22 columnas expoliadas
en diferentes lugares de la ciudad. Esto explicaría las diferentes alturas de
las mismas, sin embargo este aparente inconveniente venía resuelto con los capiteles
construidos “ex professo” para culminar cada columna.
En el centro fue ubicada la
denominada “Silla de Gregorio Magno” a quien se atribuye una cátedra que aún se
conserva, un asiento en mármol de época romana, del que se eliminaron en el
siglo XIII el respaldo y los reposabrazos.
Aunque los templos redondos
recordaban a las religiones paganas (Tholos de Delfos o Pantheon), se aceptaban
para señalar aquellos lugares donde yacían los restos de los mártires, por
ejemplo el templo de S. Pietro in Montorio, visto aquí en otra entrada del
blog.
En época medieval se especulaba a menudo sobre
el origen de S. Stefano, su redondez parecía delatar oscuros orígenes como el
templo de Fauno o de algún emperador romano. Lo cierto es que para entonces ya
se habían perdido sus materiales más preciados, mosaicos y mármoles de pórfido,
sin embargo este estado de ruina no fue impedimento para diferentes
remodelaciones.
Otra restauración dirigida
por el papa Inocencio II entre 1139 y 1143 alteró la columnata externa que fue
cerrada con muros de ladrillo y creó un pórtico de entrada cubierto con una
bóveda, con cinco arcos sobre columnas con fustes reutilizados de granito y
capiteles toscanos.
Ya en el quattrocento el
edificio mostraba un estado deplorable de manera que en 1453 el Papa Nicolás V
(1447-1455) tras su exilio de Avignon contó con S. Stefano en su programa de
exaltación y embellecimiento de la sucia y abandonada ciudad del medievo.
Nicolás V encargó al arquitecto y escultor Bernardo Rosellino restaurar la
iglesia, Rosellino realzó el nivel del suelo, colocó un altar de mármol en el
centro, eliminó para siempre el antiguo ambulatorio externo y cerró las 22
ventanas del tambor, las cuales fueron sustituidas con las actuales 8 bíforas.
S, Stefano adquirió también un aspecto
renacentista en la zona de ingreso. De los brazos de la cruz griega quedó sólo
uno, usado como vestíbulo en correspondencia con el atrio.
El cambio fue tan rotundo
que sobre la puerta principal el Papa mandó escribir: “Ecclesiam hanc
prothomartyris Stephani dia ante collapsam, Nicolaus V. pontifex maximus de
integro restauravit anno 1453”.
Renovado el recinto fue
confiado a los monjes húngaros de S. Pablo Eremita que algo más tarde dedicaran
el lugar a la instrucción en el colegio Germanico- Húngaro, 1579 en plena
contrarreforma.
El altar mayor fue dedicado,
entre otros, a los santos húngaros de la familia real, los Árpád, como S.
Stefano primer rey de Hungría (1000-1038), el príncipe heredero e hijo, S.
Emerico y el siguiente rey, Ladislao. Sin embargo la derrota de Hungría por los
turcos (1529) inauguró una época de declive en la orden de los pablistas
eremitas, en 1580 solo quedaba uno. Nace entonces el citado colegio
Germano-Hungaro al objeto de formar eficaces sacerdotes que contribuyeran en
centro-europa a expandir los preceptos de la contrarreforma católica. Hasta la
actualidad la basílica sigue siendo propiedad del colegio Germanico-Húngaro.
Las paredes de la iglesia
están decoradas con numerosos frescos, para ello se contó con los artistas
Niccolò Pomarancio y Antonio Tempesta quienes representaron más de 30 escenas
de martirio, encargados por el papa Gregorio XIII en el siglo XVI.
Todas las pinturas tienen
una inscripción explicando la escena y el nombre del emperador que ordenó las
ejecuciones, así como citas de la Biblia.
Las pinturas son en su
mayoría muy desagradables, son escenas brutales, representaciones de torturas y
ejecución. Desgarrar, decapitar, quemar, acuchillar, rociar o apedrear son
verbos que nos vendrían a la mente contemplando estas pinturas cuyo objetivo no
era otro que llamar a los fieles a la compasión, la misericordia y la
penitencia.
Entre las pinturas más
conocidas se encuentran las matanzas de los inocentes o la escenificación de la
virgen con los siete dolores; la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida
del Niño Jesús en el Templo, el encuentro con Jesús durante el Vía Crucis, la
Crucifixión de Jesús, el descendimiento de la Cruz y el entierro de Jesús.
El altar es obra del artista
florentino Bernardo Rossellino en el siglo XV. La pintura en el ábside muestra
a Cristo entre dos mártires. El mosaico y la decoración de mármol son del
periodo 523-530. Un mosaico muestra a los mártires San Primo y San Feliciano
flanqueando a una cruz enjoyada.
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