sábado, 18 de febrero de 2017

Orti Farnesiani (Huertos Farnesianos)

Cuando el famoso poeta alemán Goethe, una de las mayores figuras del romanticismo llegó a Roma a fines del siglo XVIII estaba exhausto, falto de imaginación, cansado, por ello buscaba aquí el reposo y la creatividad propia de su oficio, lo consiguió.
Paseando por la ciudad eterna en compañía de otros poetas y pintores fue otra vez inspirado por las musas, se reencontró consigo mismo: “Solo en Roma he podido reencontrarme. Por primera vez me he sentido en franca armonía con mi mismo, feliz…”
Nada más romántico que un paseo por un jardín, de los muchos que hay en Roma hoy me centró en uno de los más antiguos y desde luego el primer huerto botánico del mundo occidental, los huertos Farnesianos, “Horti  Palatini Farnesiorum”.




“Estaba dicho lugar sobre una pequeña colina (…); en cuya cima había una villa con un hermoso y amplio patio central, con pórticos y  con salas y alcobas a cual más bella y decorada con agradables pinturas dignas de admiración, con pequeños prados y con maravillosos jardínes y con pozos de agua fresquísima y con bodegas de preciados vinos: cosas más propias de refinados bebedores que de sobrias y honestas damas”.
Estas líneas pertenecen al Decamerón de G. Boccaccio  iniciado en 1348, ya entonces se perfila en pocas palabras el modelo de jardín italiano. La villa es una finca rústica rodeada de prados y jardínes pero Boccaccio ya apunta a la nueva finalidad en tiempos modernos, servir de ociosidad del propietario y a los placeres cortesanos de sus invitados.
En la colina del Palatino donde se instalaron los emperadores destacó por su tamaño la Domus Tiberina, este amplio recinto constaba de diferentes estancias, bibliotecas, archivos, etc.
Sin embargo coexistía con otros palacios y dependencias por ello incluso se horadaron túneles para comunicar los diferentes espacios.




En el siglo VIII d. C. la antigua Domus Tiberiana fue  la residencia del Papa Juan VII, sin embargo en el siglo X la zona queda prácticamente abandonada, de forma que fue expoliada, o bien se aprovecharon distintos materiales para otras construcciones (palacios, torres, etc.), la colina fue también ambiciona  por diferentes campesinos para ponerla en cultivo. Por fin ya en el siglo 16 la poderosa familia Farnese  se adueñó del montículo, será el Cardenal Alejandro Farnese, nieto de Pablo lll  quién en 1565 dio el visto bueno a la realización de lo que se conocería como “horti  Palatini Farnesiorum”.



El objetivo era relacionarse con la grandeza del Imperio Romano, no fue casual que esta notable familia del Renacimiento eligiese para su propio fin propagandístico la antigua morada de los emperadores. La terraza del antiguo palacio de Tiberio descendía por la colina hacia los foros, y ya desde la antigüedad en aquel desnivel se ubicaban los jardines donde paseaban los miembros de las diferentes dinastías: Julio-Claudios, Flavios o Antoninos.
Alejandro Farnese ordenó sepultar con tierra los restos de las antiguas ruinas y de los jardines, que por aquel entonces regentaban libremente los campesinos romanos.
Vignola, G. Duca y más tarde Rainaldi (siglo XVII) trazaron el proyecto de los nuevos jardines en la ladera del Palatino con vistas a los foros, los jardines de los Farnesio debían erigirse en ese lugar por encima de los demás templos,  jardines y palacios romanos romanos clásicos. Los trabajos de construcción se concluyeron  en el año 1573.
El primer criterio para renovar la concepción del jardín fue el coleccionistico donde estuvieran presentes todo tipo de plantas y especies especialmente exóticas procedentes del nuevo mundo, del continente americano. Por todo ello más que un jardín se trataba de un verdadero huerto, allí se cultivaron por primera vez en Europa los tomates, pimientos o el higo indiano.
El complejo se disponía en tres terrazas conectadas por escalinatas y rampas hasta alcanzar en la parte superior dos gigantescas jaulas donde numerosas especies de pájaros pondrían la nota sonora a aquel paraíso terrenal. 






El agave, la yuca, la pasiflora, la acacia y otras especies ajenas al viejo continente dieron su nota de color a este reino de la naturaleza donde estatuas y fuentes conformarían, al cromatismo del paisaje creado por flores y piedras, una atmosfera relajada y bucólica. Los setos de boj, las balaustradas adornadas con jarrones de terracota, las grutas y las construcciones menores se unieron en un todo homogéneo que perfilaba de un modo admirable la ladera de la montaña.
Las eras geométricas con flores, los pequeños bosquetes, los surtidores y las escaleras de agua dieron lugar a un nuevo tipo de jardín a modo de escenario. Allí se darían citas galantes, reuniones secretas, meriendas, fuegos artificiales, lecturas relajadas y muy especialmente la contemplación de vistas magnificas desde los diversos miradores. Una de las rampas atraviesa el Ninfeo della Pioggia (una sala semienterrada pintada y con una fuente de piedras desgastadas por el tiempo) donde el recorrido alcanzaba un teatro con una gran fuente.




Lamentablemente de aquel lujo es muy poco lo verdaderamente original que se ha conservado, los jardines que observó Goethe eran ya diferentes a los originales. Ha sido imposible  su recuperación, por ello el jardín actual es de principios del siglo XX.
Carlos III de Borbón, el último Farnese por parte de su madre y rey de Nápoles y más tarde de España  vació de obras de arte el complejo y las trasladó a su reino al sur de la península italiana. Después hubo un nuevo período de abandono y los campesinos romanos volvieron a ocupar este pedazo de tierra tan céntrico. Finalmente Napoleón III de Francia compró el recinto, sin embargo apenas lo disfrutó, la unificación italiana estaba ya en marcha por ello lo revendió al gobierno en 1870.
El arqueólogo Giacomo Boni estructuro un nuevo jardín en estilo italiano tras las excavaciones de las ruinas del Palatino. El en jardín actual se plantaron cipreses, laureles y camelias, conservándose algunas especies que ya florecían antes, cerezos, manzanos, buganvillas, mandarineros, ect.






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