Posiblemente
el primer puente de la historia fue un árbol que usó un hombre prehistórico
para conectar las dos orillas de un río. Atravesar una corriente de agua ha
sido y es esencial en cualquier sociedad y más todavía para el Imperio Romano
que debió tener unos 120.000 Km de vías principales.
Los
puentes constituyen las obras más espectaculares de una red de comunicaciones
donde los romanos fueron maestros, la presencia y utilización actual de puentes
bimilenarios dan fe de su avanzada tecnología. La característica esencial de
los puentes romanos es la cuidada construcción destinada a la consecución de
una gran solidez que ha permitido dicha supervivencia hasta hoy.
Para
construir un puente de piedra en la antigüedad se utilizaron diversos sistemas
y técnicas, el sistema de viga horizontal (usado por los egipcios y griegos),
los pseudoarcos (desarrollado a partir
del sistema anterior, utilizada en puentes minoicos, micénicos, asirios y
griegos), hasta las técnicas etruscas.
Los
etruscos fueron los primeros en construir los puentes exclusivamente con
segmentos radiales, es decir emplearon la técnica del arco. Sin embargo, el
apogeo en el sentido técnico y estético en la construcción de puentes se logró
en la época romana.
La contribución original y más peculiar en la
arquitectura de la antigua Roma eran los múltiples segmentos radiales, la
aplicación generosa del arco y su concepción como una razón estética.
Los
pilones no sólo debían resistir la presión del agua, sino también servir como
un contrafuerte para el empuje de los arcos, además de sustentar el peso
adicional que se les imponía, eran, sin duda, la parte más delicada y difícil
de todo el puente. A este efecto evidentemente se trató siempre de disminuir,
lo más posible, el número de pilones con la ampliación de la luz de los arcos
individuales (especialmente aquellos directamente por encima del río). Estos
robustos pilones se rodeaban con tajamares (que evolucionaron desde los
semicirculares a los triangulares) que evitaban la acción directa del agua en
la base del pilón. Por otra parte esta ampliación de la luz de los arcos
facilitaba el tráfico fluvial.
El
máximo de una abertura de arco era aproximadamente 35 m, ya que el punto
crítico para la luz tenía que ser de aproximadamente 40 m.
En
la construcción de los puentes, los romanos se esforzaron en el aumento de la luz
del puente por ello la obra va ganando en altura, a menudo la calzada de un
puente era más alta que las orillas del río. En este caso se construían
inclinadas rampas (en arcos más pequeños al apoyar en tierra), que posibilitaba
el acceso al puente en sí.
Respecto
a la anchura del puente, está siempre
estaba limitada, casi nunca superó los 8 metros, mientras que a su vez siempre
fue superior a los 3 m.
Quizás
el puente que mejor ilustra las características expuestas es el Pons Fabricius
(Ponte Fabricio) en Roma construido en el año 62 a.C. para unir la ribera este
de la “Isola Tiberina” con el Foro Boario.
Por
este puente discurrían las mercancías y el comercio de la ruta entre Etruria y
el sur de la península italiana. Los romanos elegían en las construcciones de
puentes un sumo sacerdote que adquiría el título de pontifex maximus que
equivalía a gran maestro en la edificación de puentes, que además
posteriormente debía de velar por su cuidado y mantenimiento.
El
nombre del puente se debe a Lucio Fabricio, curator viarum al que se encargó su
construcción como recuerdan las inscripciones sobre las arcadas:
"LUCIUS FABRICIUS CAI FILIUS CURATOR
VIARUM FACIUNDUM COERAVIT IDEMQVE PROBAVIT" (Lucio Fabricio, Hijo de Gayo,
superintendente de las vías, se hizo cargo y asimismo aprobó su construcción).
Su
cometido fue reemplazar un puente de madera anterior que se destruyó en un
incendio y que según fuentes estaba en uso desde el 192 a.C. aunque es muy
probable que ya existiera otro antes puesto que la isla albergaba un templo
dedicado a Esculapio (para los romanos, el dios de la medicina y la curación, venerado
en Grecia como Asclepio).
El
puente fue dañado en numerosas ocasiones debido a las crecidas del Tíber, de hecho
fue ya restaurado en el 21 a.C. con el mecenazgo de M. Lollio y Q. Lepido, como
se recuerda en dos incripciones situadas debajo de los epígrafes de Fabricio:
“M ( arcus) Lollius M ( arcii) f
( ilius) Q ( uintus ) Lepidus M ( anii) f ( ilius ) co ( n) s ( ules) ex s(
enatus) C ( onsulto) probaverunt.
Como
consecuencia de este apaño durante una época el puente se llamó puente Lepido.
Entre otros nombres destaco el de “Pons Judeorum” porque cerca de una de sus
orillas habitaba la comunidad hebraica de Roma de la que todavía es fácil
encontrar testimonios como el edificio de la sinagoga.
Es
destacable que el puente es el más antiguo de la ciudad desde el punto de vista
de su funcionamiento ya que su estructura es la misma después de más de 2000
años, en Roma hay puentes más antiguos pero o han sido sustituidos (como el
puente “Sublicio” 621 a.C) por otros más modernos o no permanecen íntegros y
por ello no están en funcionamiento como el ponte Aemilius, conocido como
“Ponte Rotto” o bien han sido restaurados casi en su totalidad como el puente
Milvio.
Entre
las restauraciones posteriores destacan la del
papa Eugenio IV en 1447 y, nuevamente, en el 1679 por Inocencio XI (como
recuerdan las inscripciones en el inicio del puente desde la isla Tiberina) que
consolido la estructura y mandó sustituir el paramento anterior, un
revestimiento de bloques de mármol travertino, por otro diferente, el actual,
de ladrillos.
Las
recientes obras de restauración con ocasión del Jubileo del año 2000 han
permitido entender mejor la estructura interna del puente: el núcleo de cemento
estaba recubierto de bloques de travertino mientras que el pilón y el tajamar
estaban construidos con grandes bloques de piedra gabina una especie de roca de
tufo muy utilizada por sus características desde el II siglo a.C.
El
núcleo está compuesto de bloques de tufo y de roca de peperino. Las dos grandes
arcadas apoyan sobre un pilón central
donde se abre un pequeño arco destinado a disminuir la presión del agua sobre
la estructura durante las crecidas. El puente no solo representa un cómodo y
noble acceso a la isla, fue, como recuerda Orazio, el lugar preferido para el
suicidio de aquellos que decidían finalizar su vida.
El
puente tiene una longitud de 60 m de largo por m de ancho. Cada arco mide 24 m
de longitud. Los tímpanos, como hemos apuntado están revestidos con ladrillo
mientras que los arcos son de piedra caliza blanca, lo cual supone un contraste
visual de interés estético. Los arcos son muy esbeltos, lo que unido a sus
arranques verticales que quedan debajo de la lámina de agua, dan una imagen
ciertamente moderna. Debajo del ladrillo se ve la sillería romana y el interior
de las bóvedas también es original.
Fueron
muy largas las rampas que enlazaban la estructura más allá de las orillas,
apoyadas por arcos más pequeños, en la ribera hacia el gueto hebraico,
documentados a finales de 800, cuando se llevaron a cabo trabajos en las orillas del río para la
construcción de terraplenes y diques, más tarde fueron demolidos. Actualmente
son visibles dos porciones de los hombros del puente en la parte de la isla
desde los sótanos de la Trattoria Sora
Lella.
Destacan
desde un punto de vista estructural los dos arcos ya que no son netamente de
medio punto, es decir son círculos completos sumergidos por debajo del río que
distribuyen el peso en el fondo del cauce y no solo en el pilón como venía
siendo común.
Los
puentes de Roma cimentados sobre pilares y afloramientos rocosos presentan un
núcleo de mampostería revestido de paramentos de travertino y diversas
variedades de tufo; elementos decorativos como nichos, pilastras y molduras
animan la construcción y no son pocos los casos en los que aparecen estatuas y arcos honoríficos.
Roma posee 9 puentes sobre el Tíber; Sublicius, Fabricius, Cestius, Agrippae, Neronianus, Aelius, Aurelius y Theodosi; a esto hay que añadir el Pons Milvius situado en los alrededores de la ciudad.
Roma posee 9 puentes sobre el Tíber; Sublicius, Fabricius, Cestius, Agrippae, Neronianus, Aelius, Aurelius y Theodosi; a esto hay que añadir el Pons Milvius situado en los alrededores de la ciudad.
La
cimentación era uno de los aspectos que tenía mayor importancia en la
construcción y podía hacerse de dos formas distintas:
-En
seco, en gargantas profundas y lugares con afloramientos rocosos, también era
posible cimentar en seco en periodos de estiaje otras desviar las aguas.
-En
agua, Vitrubio expone dos variantes: la construcción de un encofrado de madera
en el que se introduce hormigón con mortero de puzolana (que fraguaba en el
agua) y la construcción de un encofrado de madera de doble pared rellena de
sacos de arcilla, para crear un espacio estanco, realizado este cajón y por
medio de una maquinaria elevadora se vaciaba el agua.
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