domingo, 2 de julio de 2017

Ponte Fabricio

Posiblemente el primer puente de la historia fue un árbol que usó un hombre prehistórico para conectar las dos orillas de un río. Atravesar una corriente de agua ha sido y es esencial en cualquier sociedad y más todavía para el Imperio Romano que debió tener unos 120.000 Km de vías principales.
Los puentes constituyen las obras más espectaculares de una red de comunicaciones donde los romanos fueron maestros, la presencia y utilización actual de puentes bimilenarios dan fe de su avanzada tecnología. La característica esencial de los puentes romanos es la cuidada construcción destinada a la consecución de una gran solidez que ha permitido dicha supervivencia hasta hoy.





Para construir un puente de piedra en la antigüedad se utilizaron diversos sistemas y técnicas, el sistema de viga horizontal (usado por los egipcios y griegos), los pseudoarcos  (desarrollado a partir del sistema anterior, utilizada en puentes minoicos, micénicos, asirios y griegos), hasta las técnicas etruscas.
Los etruscos fueron los primeros en construir los puentes exclusivamente con segmentos radiales, es decir emplearon la técnica del arco. Sin embargo, el apogeo en el sentido técnico y estético en la construcción de puentes se logró en la época romana.
La  contribución original y más peculiar en la arquitectura de la antigua Roma eran los múltiples segmentos radiales, la aplicación generosa del arco y su concepción como una razón estética.





Los pilones no sólo debían resistir la presión del agua, sino también servir como un contrafuerte para el empuje de los arcos, además de sustentar el peso adicional que se les imponía, eran, sin duda, la parte más delicada y difícil de todo el puente. A este efecto evidentemente se trató siempre de disminuir, lo más posible, el número de pilones con la ampliación de la luz de los arcos individuales (especialmente aquellos directamente por encima del río). Estos robustos pilones se rodeaban con tajamares (que evolucionaron desde los semicirculares a los triangulares) que evitaban la acción directa del agua en la base del pilón. Por otra parte esta ampliación de la luz de los arcos facilitaba el tráfico fluvial.





El máximo de una abertura de arco era aproximadamente 35 m, ya que el punto crítico para la luz tenía que ser de aproximadamente 40 m.

En la construcción de los puentes, los romanos se esforzaron en el aumento de la luz del puente por ello la obra va ganando en altura, a menudo la calzada de un puente era más alta que las orillas del río. En este caso se construían inclinadas rampas (en arcos más pequeños al apoyar en tierra), que posibilitaba el acceso al puente en sí.
Respecto a la  anchura del puente, está siempre estaba limitada, casi nunca superó los 8 metros, mientras que a su vez siempre fue superior a los 3 m.

Quizás el puente que mejor ilustra las características expuestas es el Pons Fabricius (Ponte Fabricio) en Roma construido en el año 62 a.C. para unir la ribera este de la “Isola Tiberina” con el Foro Boario.
Por este puente discurrían las mercancías y el comercio de la ruta entre Etruria y el sur de la península italiana. Los romanos elegían en las construcciones de puentes un sumo sacerdote que adquiría el título de pontifex maximus que equivalía a gran maestro en la edificación de puentes, que además posteriormente debía de velar por su cuidado y mantenimiento.





El nombre del puente se debe a Lucio Fabricio, curator viarum al que se encargó su construcción como recuerdan las inscripciones sobre las arcadas:
 "LUCIUS FABRICIUS CAI FILIUS CURATOR VIARUM FACIUNDUM COERAVIT  IDEMQVE  PROBAVIT" (Lucio Fabricio, Hijo de Gayo, superintendente de las vías, se hizo cargo y asimismo aprobó su construcción).







Su cometido fue reemplazar un puente de madera anterior que se destruyó en un incendio y que según fuentes estaba en uso desde el 192 a.C. aunque es muy probable que ya existiera otro antes puesto que la isla albergaba un templo dedicado a Esculapio (para los romanos,  el dios de la medicina y la curación, venerado en Grecia como Asclepio).

El puente fue dañado en numerosas ocasiones debido a las crecidas del Tíber, de hecho fue ya restaurado en el 21 a.C. con el mecenazgo de M. Lollio y Q. Lepido, como se recuerda en dos incripciones situadas debajo de los epígrafes de Fabricio:

“M ( arcus) Lollius M ( arcii) f ( ilius) Q ( uintus ) Lepidus M ( anii) f ( ilius ) co ( n) s ( ules) ex s( enatus) C ( onsulto) probaverunt.
Como consecuencia de este apaño durante una época el puente se llamó puente Lepido. Entre otros nombres destaco el de “Pons Judeorum” porque cerca de una de sus orillas habitaba la comunidad hebraica de Roma de la que todavía es fácil encontrar testimonios como el edificio de la sinagoga.

Es destacable que el puente es el más antiguo de la ciudad desde el punto de vista de su funcionamiento ya que su estructura es la misma después de más de 2000 años, en Roma hay puentes más antiguos pero o han sido sustituidos (como el puente “Sublicio” 621 a.C) por otros más modernos o no permanecen íntegros y por ello no están en funcionamiento como el ponte Aemilius, conocido como “Ponte Rotto” o bien han sido restaurados casi en su totalidad como el puente Milvio.





Entre las restauraciones posteriores destacan la del  papa Eugenio IV en 1447 y, nuevamente, en el 1679 por Inocencio XI (como recuerdan las inscripciones en el inicio del puente desde la isla Tiberina) que consolido la estructura y mandó sustituir el paramento anterior, un revestimiento de bloques de mármol travertino, por otro diferente, el actual, de ladrillos.
Las recientes obras de restauración con ocasión del Jubileo del año 2000 han permitido entender mejor la estructura interna del puente: el núcleo de cemento estaba recubierto de bloques de travertino mientras que el pilón y el tajamar estaban construidos con grandes bloques de piedra gabina una especie de roca de tufo muy utilizada por sus características desde el II siglo a.C.





El núcleo está compuesto de bloques de tufo y de roca de peperino. Las dos grandes arcadas  apoyan sobre un pilón central donde se abre un pequeño arco destinado a disminuir la presión del agua sobre la estructura durante las crecidas. El puente no solo representa un cómodo y noble acceso a la isla, fue, como recuerda Orazio, el lugar preferido para el suicidio de aquellos que decidían finalizar su vida.





El puente tiene una longitud de 60 m de largo por m de ancho. Cada arco mide 24 m de longitud. Los tímpanos, como hemos apuntado están revestidos con ladrillo mientras que los arcos son de piedra caliza blanca, lo cual supone un contraste visual de interés estético. Los arcos son muy esbeltos, lo que unido a sus arranques verticales que quedan debajo de la lámina de agua, dan una imagen ciertamente moderna. Debajo del ladrillo se ve la sillería romana y el interior de las bóvedas también es original.





Fueron muy largas las rampas que enlazaban la estructura más allá de las orillas, apoyadas por arcos más pequeños, en la ribera hacia el gueto hebraico, documentados a finales de 800, cuando se llevaron a cabo  trabajos en las orillas del río para la construcción de terraplenes y diques, más tarde fueron demolidos. Actualmente son visibles dos porciones de los hombros del puente en la parte de la isla desde  los sótanos de la Trattoria Sora Lella.





Destacan desde un punto de vista estructural los dos arcos ya que no son netamente de medio punto, es decir son círculos completos sumergidos por debajo del río que distribuyen el peso en el fondo del cauce y no solo en el pilón como venía siendo común.





Los puentes de Roma cimentados sobre pilares y afloramientos rocosos presentan un núcleo de mampostería revestido de paramentos de travertino y diversas variedades de tufo; elementos decorativos como nichos, pilastras y molduras animan la construcción y no son pocos los casos en los que aparecen  estatuas y arcos honoríficos.

Roma posee 9 puentes sobre el Tíber; Sublicius, Fabricius, Cestius, Agrippae, Neronianus, Aelius, Aurelius y Theodosi; a esto hay que añadir el Pons Milvius situado en los alrededores de la ciudad.

La cimentación era uno de los aspectos que tenía mayor importancia en la construcción y podía hacerse de dos formas distintas:

-En seco, en gargantas profundas y lugares con afloramientos rocosos, también era posible cimentar en seco en periodos de estiaje otras desviar las aguas.





-En agua, Vitrubio expone dos variantes: la construcción de un encofrado de madera en el que se introduce hormigón con mortero de puzolana (que fraguaba en el agua) y la construcción de un encofrado de madera de doble pared rellena de sacos de arcilla, para crear un espacio estanco, realizado este cajón y por medio de una maquinaria elevadora se vaciaba el agua.


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