Los
grandes artistas que se dedicaron a la escultura como Michelangelo Buonarroti,
Gian Lorenzo Bernini y Antonio Canova, sin duda tenían un punto de partida
común: las grandes obras de los tiempos griegos y romanos, incluso con una
posición privilegiada las obras maestras del Galata moribundo y el Galata
suicidándose.
Esta
última obra también denominada Gálata Ludovisi es una copia romana en mármol de
una escultura griega en bronce del
período helenístico.
El
Gálata con algo más de 2 metros de altura se expone en el Museo Nacional Romano
del Palacio Altemps. El Palacio (siglo XV) fue adquirido por el Estado italiano
en 1982, pasando a formar parte del Museo Nazionale Romano junto a otros
edificios de la ciudad.
Los
fondos del Palazzo Altemps se han creado con algunas de las colecciones
privadas de arte clásico más importantes de Roma. La principal de ellas, que
constituye el núcleo del Museo, es la colección Ludovisi, creada por el
cardenal Ludovico Ludovisi en la primera mitad del s.XVII y que adornaba su residencia
en el Quirinal. Más tarde se enriqueció con las colecciones Altemps, Dal Drago
Albani, Cesi y Orsini, y con obras procedentes de las excavaciones llevadas a
cabo en los Horti Sallustiani de César.
Una
de las características más llamativas de la colección Ludovisi (y uno de los
atractivos del Museo) es el modo como están restauradas las esculturas griegas
y romanas, con criterios diametralmente opuestos a los actuales: artistas
barrocos de primer orden como Bernini o Algardi reimplantaron con imaginación
piernas, brazos y otros elementos desaparecidos, consiguiendo una fusión tan
perfecta que hoy hay que recurrir al panel explicativo para distinguir la parte
clásica y el añadido barroco.
El
Palacio Altemps también acoge un núcleo de la colección egipcia del Museo
Nacional Romano, que recopila materiales procedentes del santuario de Isis y
Serapis del Campo de Marte, así como los restos de las excavaciones del
santuario siriaco del Janículo.
La
visita del Palacio tiene lugar en dos pisos distribuidos en torno a un
bellísimo patio decorado por una fuente monumental.
Por
encima del edificio se recorta el mirador, una torre coronada por una cabra
montesa rampante, símbolo de la familia Altemps.
La estatua del Galata suicida está modelada con
maestría en mármol y es muy probable que sea copia del original en bronce que
formaba parte de un conjunto de esculturas que embellecían un templo, 223 a. C.
que el soberano Atalo I destinó para celebrar su victoria sobre los gálatas (el
nombre que los griegos atribuían a los celtas, los invasores de Asia Menor),
que se colocará en la Acrópolis de Pérgamo.
Entre los siglos III y II a.C, durante la dinastía de los atálidas, Pérgamo gozó de su época de máximo esplendor. En ella se alzaron los templos helenísticos de mayor envergadura, como el altar de Zeus y el santuario de Atenea, que durante años fue motivo de disputa.
Entre los siglos III y II a.C, durante la dinastía de los atálidas, Pérgamo gozó de su época de máximo esplendor. En ella se alzaron los templos helenísticos de mayor envergadura, como el altar de Zeus y el santuario de Atenea, que durante años fue motivo de disputa.
Ubicada
en la actual Turquía, justo enfrente de la isla de Lesbos, Pérgamo guarda en su
antigua acrópolis las ruinas de las antiguas construcciones que la hicieron
situarse como una de las urbes más brillantes y poderosas del imperio de los
atálidas. Fue durante los siglos III y II a.C, cuando lo tenía todo: una rica
industria de manufacturas de pergamino, una buena situación geográfica dentro
de la ruta del comercio marítimo del Mediterráneo y unas infraestructuras
suficientemente amplias como para acoger a los artistas helenos que buscaban
nuevos horizontes donde desarrollar su arte más allá del estilo clásico.
Pérgamo ansiaba ser la nueva Atenas de Pericles.
Tras
la muerte de Alejandro Magno se abre un período en el no hay un centro único ni
artístico, ni político, ni económico. El arte adquiere características
distintas a las clásicas, que surgen como evolución de las mismas. Los
intercambios del mundo cultural del Mediterráneo Oriental son de mayor amplitud
y variedad de temas y las formas se complican, llegando a la audacia en
contraste con los cánones de la época clásica. La interpretación del movimiento
es uno de los ideales perseguidos, se valora lo rebuscado y refinado. Aparece
así el concepto de “elegancia” para definir la obra de arte.
Características
generales de este período son que la obra de arte es un producto espiritual,
individual y original (no realizado en serie) que interpreta libremente la
realidad, capaz de provocar sensaciones en el espectador. La expresión se
convierte en algo esencial en la obra de arte. La escultura helenística parte
de las conquistas del s. IV, desarrollando plenamente los procesos estilísticos
y espirituales que entonces se inician, e iniciando a su vez otros nuevos.
La llamada escuela de Pérgamo presenta
una preferencia lo patético y lo heroico, el dolor y la tragedia, que vemos
representados en su Galo herido y Galo moribundo. La primera representa al jefe
en el momento del suicidio, después de haber dado muerte a su esposa. Rodeaban
a esta figura cuatro galos moribundos, que heridos de muerte se resisten a
caer. La obra más representativa es el Altar de Zeus, con grandes relieves en
los que se desarrolla el tema de la gigantomaquia. Se mezclan figuras siguiendo
las reglas clásicas con figuras fantásticas de hombres con cuerpo de serpiente,
que se confunden en una maraña de cuerpos, ropajes, armas y carros, cubriendo
todo el fondo. Representación de lo cruel con su punto culminante en el Marsias
atado, esperando a ser degollado.
Es
necesario puntualizar que la decisión de representar en este conjunto a
guerreros vencidos no debe hacernos pensar en un acto de respeto hacia el
pueblo que ha sido derrotado. Por el contrario, debemos interpretarlo más bien
como la intención de alabar al rey Átalo I al haber sido capaz de vencer a una
población tan fuerte y belicosa como los celtas gálatas.
El
Galata suicidándose es una escultura inquietante que descoloca al turista que
visita el museo romano del palacio Altemps.
Es
una obra maestra que merece el espacio, el silencio a su alrededor; cabe
señalar, que debe observarse cuidadosamente desde todos sus puntos de vista.
El
estudio de los sentimientos y la composición de la obra señalan la maestría del
artista que ejecutó esta escultura.
Aquí
se muestra el guerrero en el movimiento de su último golpe que increíblemente
se lo reserva para sí mismo tratando de hundir la espada en su pecho a la vez
que vuelve la mirada hacia arriba con el rostro concentrado y decidido a seguir
su acción. Antes había matado a una mujer - por lo general identificada con su
esposa - que cae al suelo, retratada agachada en un último suspiro de vida. El
suicidio era un gesto muy noble para los antiguos, de hecho era una solución
heroica para poner fin a su vida en lugar de ser capturado por el enemigo.
Con
el empuje del pie derecho, el hombre se enrosca sobre sí mismo, se eleva
girando alrededor del busto, mientras que con el arma, estrechada en la mano
derecha, se apuñala en la garganta, cortando la arteria carótida. Se percibe la
sangre de la fatídica hemorragia, repentina que le conduce a su muerte. Es él
quien decide cómo dejar de vivir; su fin es su final y ningún enemigo le
obligará a morir de otra manera.
Es
noble en su extremado y es consciente de la precisión del corte, vuelve su
mirada hacia arriba para buscar un pensamiento final, en otro lugar, más allá
de la brutalidad humana.
En
el suelo se sitúa el escudo oval y la vaina de la espada, ahora ya abandonada.
La posición del guerrero y la de su esposa se calculan por el ejecutor de tal
manera que se proporcione un movimiento de rotación culminado en el brazo en alto con la espada.
El grupo proporciona diferentes puntos de vista, ya que a menudo era en la
escultura helenística la que sin duda se inspira en Bernini, muchos siglos
después. Este anticipo del barroco escultórico con gestos complejos y decididas
expresiones que buscan conmover al espectador tiene su mejor comprobación en
los logros en las esculturas de la Galería Borghese.
Es
difícil encontrar belleza en tanta crueldad, la delicadeza y el detallismo
están presentes en la misma muerte de la mujer que parece desplomarse en una
macabra danza. Esta joya del helenismo que inspiro a numerosos maestros es una
reliquia del pasado no solo por su técnica y atrevimiento sino por su
expresividad.
Los
dos Galatas, el moribundo y el suicida lo más probable nacido juntos, están
separados: el suicida de se encuentra en
el Palazzo Altemps, mientras que el Galo moribundo en los Museos Capitolinos.
Un dato curioso es que durante la campaña napoleónica en Italia en 1797, el
Galo moribundo fue llevado a París por Napoleón, sólo para volver a Roma en
1815. En realidad cualquier invasor que
desee motivar a sus tropas necesita de estas dos esculturas, no era la primera
vez que un estratega militar hacia uso de ellas.
Si
para los griegos los Galatas fueron los celtas, J. César podría así representar
a los galos, la gente del norte de Europa que tanto habían inquietado a los
romanos en la batalla hasta su derrota final. Por lo tanto Julio César podría
haber solicitado la creación de las dos obras en mármol a partir de los bronces
griegos para celebrar y recordar la transformación de la Galia en provincia
romana.
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