sábado, 1 de abril de 2017

Capilla Contarelli

En esta ocasión propongo seguir las huellas de un genio pendenciero y solitario que cuando su ojo y su mano entraban en acción no tenía rivales, fue el mejor en su oficio.
El gran maestro de la pintura barroca vivió su vida como un moderno Ulises, sin residencia fija, huyendo constantemente, en su etapa romana dejó algunas obras pictóricas inigualables.

Las musas de Caravaggio fueron mendigos, prostitutas, bebedores o ladrones, lo feo, sucio o escandaloso se incorporó al campo pictórico no sin polémica. 








Las pinturas de este artista están repartidas por diversos lugares de Roma, sin embargo, la visita se centra en tres lienzos que realizó para la capilla Contarelli en la iglesia de S. Luis de los franceses, un lugar muy céntrico que todo turista debe visitar.
Roma en el s. XVII era el mayor foco de atracción para los artistas del continente. Al inicio del siglo el estilo manierista estaba agotado y la contrarreforma católica reclamaba una vía menos artificiosa, más natural y más directa que captara más intensamente la atención de los fieles.
En esta atmosfera Michelangelo Merisi “Caravaggio” (llamado así por el lugar de procedencia, cerca de Milán) encontró su lugar. Su llegada desde el norte se produjo en otoño de 1592. Sus inicios fueron difíciles, era desconocido además de anárquico, su estilo de inicio no fue valorado.





Protegido por la poderosa familia de los Colonna pintó “los músicos” o el “tañedor de laúd”. El contrato que le hizo más conocido fue para decorar la capilla Contarelli, una capilla  comprada  por el cardenal francés Mathieu Cointrel (italianizado como Matteo Contarelli) en 1565.
La idea del cardenal era decorar la capilla  con escenas de la vida de San Mateo, del cual llevaba su nombre. La iconografía exigía 3 lienzos, uno central con la efigie del santo y otros dos a cada uno de los lados con la vocación del santo y con su martirio.
Tras la muerte del cardenal en 1585 sus herederos decidieron encargar el proyecto inicial a Jacob Cobaert y más tarde al llamado Cavalier d´Arpino, sin embargo este último en dos años solo pintó la pequeña bóveda. Así, en el año santo de 1600 la capilla  estaba aún sin adornar, entonces los herederos por consejo de otro cardenal, Del Monte, contrataron a Caravaggio que entonces era su protegido. El lombardo en otros dos años finalizó las pinturas de “la vocación de San Mateo” y “el martirio de San Mateo”.  Hoy se acepta que la primera obra que ejecutó es la del martirio, una pintura con una compleja composición estructurada con un elevado número de personajes.





Diferentes cuerpos semidesnudos cuyos contornos musculados deben mucho a Miguel Ángel se disponen en diferentes posturas. El santo aparece subyugado por un soldado etíope  enviado por el rey Hirtacus para impedir al apóstol continuar con su labor difundidora del cristianismo. Por otro lado un ángel envuelto en una nube entrega a  Mateo la palma del martirio. El temor queda reflejado en las caras y los gestos de todos los personajes. El propio artista se ha retratado de forma disimulada en el último plano de la escena. Por supuesto todo ello en una atmosfera casi mágica conseguida con el juego de luces y sombras. Desde ese momento Caravaggio usará siempre un fondo oscuro para sus escenas, sin embargo en la pintura que nos ocupa todavía  experimenta ya que la luz no sigue aún una dirección precisa e inequívoca.

Por otra parte, el segundo lienzo “la vocación de S. Mateo” es más depurado, el motivo principal es el rayo de luz que entra por una supuesta ventana que no vemos pero intuimos.
Una luz con valor simbólico que nace tras Jesucristo y avanza hasta Mateo. En el contrato le exigían que pintara al santo en su ocupación en la oficina del recaudador de impuestos contando el dinero. 




En ese instante  Cristo acompañado de S. Pedro aparece en la semioscuridad mientras Mateo y sus compañeros son sorprendidos por la potente luz, una luz reveladora de la verdadera fe que además señala el misticismo de la escena.





La ventana que si aparece en la pintura está abierta pero por ella no penetra la luz, si es de noche, entonces la luz que procede de la derecha es puramente simbólica.
Este llamamiento celestial responde a la voz: “Levantate y sígueme” ayudada por el gesto de Cristo que parece señalar a Mateo. El maestro ha elegido un lugar austero comparable a cualquier taberna romana de la época, su realismo  se traduce en vulgaridad. Mateo y sus colaboradores visten ropas del momento, el resultado final es un crudo realismo donde aunque la violencia no tiene cabida, la luz y la sombra producen una resonancia interior de misterio que impregna toda la escena.
La tercera pintura de 1602 con San Mateo y el Ángel fue realizada por Caravaggio tras la decisión de los herederos de Contarelli de trasladar la escultura del Ángel a otro lugar.
El artista hizo una primera versión pero los herederos quedaron atónitos y la rechazaron,  S. Mateo tenía un aspecto vulgar como cualquier vecino analfabeto, en este sentido el ángel le guía la mano para escribir. Ya en la segunda versión el santo aparece mejor presentado, ahora escribe sin ayuda, el ángel solo le da algunas sugerencias o ideas para redactar. Con esta nueva forma de proceder la tradición queda salvada, Mateo era inspirado por un ángel a la vez que muestra una apariencia de viejo sabio más alejado del hombre vulgar con la cabeza calva y los pies llenos de polvo que sostenía torpemente un libro y apenas sabía escribir.




La versión rechazada por azar fue a parar a Alemania donde fue destruida durante la segunda guerra mundial, sin embargo existen diferentes copias del modelo original.







En el lienzo de la capilla Contarelli el ángel muestra una postura sugestiva  con el detalle particular de sus manos en la acción de contar, S. Mateo  muestra una postura inestable al apoyar su rodilla izquierda en un  taburete seguramente motivada por el asombroso encuentro.
La líneas maestras del barroco ya están trazadas, inestabilidad, curvas, diagonales, posturas forzadas, etc.
Por aquellos años el maestro recibió otro gran encargo para la iglesia de S. Maria del Popolo “la Crucifixión de S. Pedro” y “la conversión de S. Pablo”. En una ciudad en plena contrarreforma las imágenes de santos emergían como hierbas tras la lluvia, fueron años de intensa actividad para Caravaggio. En la plenitud de su carrera trabaja incansablemente a la vez que va dando más sobriedad y sencillez a sus obras.
Para Caravaggio lo bello es insignificante, la falta de respeto a la tradición  genera numerosos escándalos siendo quizá el más conocido el causado con motivo de la pintura “la muerte de la Virgen” donde los frailes se indignaron porque solo veían en la virgen a una prostituta ahogada en el Tíber con la barriga hinchada, un modelo elegido por Caravaggio. El rumor verdadero o  no, para nada impedía que la escena fuera indecorosa.




Los contratantes no dudaron en deshacerse del cuadro, una pintura donde la madre de Dios aparecía como una mujer vulgar.
Como gran conocedor de su oficio el maestro no dudaba a la hora de buscar  sus modelos en la calle, es decir, reniega de la tradición, todo ello sumado a los gestos violentos y los fuertes contrastes de luz y sombras le convirtieron en un provocador profesional.  Huye porque tiene deudas de juego, riñas, desencuentros, es acusado de asesinar a un hombre, esta atormentado y duerme con un cuchillo en la mano. Acaba por huir a Nápoles, sin embargo  poco después trata de regresar a Roma porque obtiene el perdón Papal sobre el crimen que recae sobre él. 
Cuando regresa es abandonado con fiebres en Porto Ercole donde muere en julio de 1610 con 38 años y una prometedora carrera pictórica por delante.


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