En
esta ocasión propongo seguir las huellas de un genio pendenciero y solitario
que cuando su ojo y su mano entraban en acción no tenía rivales, fue el mejor
en su oficio.
El
gran maestro de la pintura barroca vivió su vida como un moderno Ulises, sin
residencia fija, huyendo constantemente, en su etapa romana dejó algunas obras
pictóricas inigualables.
Las
musas de Caravaggio fueron mendigos, prostitutas, bebedores o ladrones, lo feo,
sucio o escandaloso se incorporó al campo pictórico no sin polémica.
Las pinturas de este artista están repartidas
por diversos lugares de Roma, sin embargo, la visita se centra en tres lienzos
que realizó para la capilla Contarelli en la iglesia de S. Luis de los
franceses, un lugar muy céntrico que todo turista debe visitar.
Roma
en el s. XVII era el mayor foco de atracción para los artistas del continente.
Al inicio del siglo el estilo manierista estaba agotado y la contrarreforma
católica reclamaba una vía menos artificiosa, más natural y más directa que
captara más intensamente la atención de los fieles.
En
esta atmosfera Michelangelo Merisi “Caravaggio” (llamado así por el lugar de
procedencia, cerca de Milán) encontró su lugar. Su llegada desde el norte se produjo
en otoño de 1592. Sus inicios fueron difíciles, era desconocido además de
anárquico, su estilo de inicio no fue valorado.
Protegido
por la poderosa familia de los Colonna pintó “los músicos” o el “tañedor de
laúd”. El contrato que le hizo más conocido fue para decorar la capilla Contarelli,
una capilla comprada por el cardenal francés Mathieu Cointrel
(italianizado como Matteo Contarelli) en 1565.
La
idea del cardenal era decorar la capilla
con escenas de la vida de San Mateo, del cual llevaba su nombre. La
iconografía exigía 3 lienzos, uno central con la efigie del santo y otros dos a
cada uno de los lados con la vocación del santo y con su martirio.
Tras
la muerte del cardenal en 1585 sus herederos decidieron encargar el proyecto
inicial a Jacob Cobaert y más tarde al llamado Cavalier d´Arpino, sin embargo este
último en dos años solo pintó la pequeña bóveda. Así, en el año santo de 1600 la
capilla estaba aún sin adornar, entonces
los herederos por consejo de otro cardenal, Del Monte, contrataron a Caravaggio
que entonces era su protegido. El lombardo en otros dos años finalizó las
pinturas de “la vocación de San Mateo” y “el martirio de San Mateo”. Hoy se acepta que la primera obra que ejecutó
es la del martirio, una pintura con una compleja composición estructurada con
un elevado número de personajes.
Diferentes cuerpos semidesnudos cuyos contornos
musculados deben mucho a Miguel Ángel se disponen en diferentes posturas. El
santo aparece subyugado por un soldado etíope enviado por el rey Hirtacus para impedir al apóstol
continuar con su labor difundidora del cristianismo. Por otro lado un ángel envuelto
en una nube entrega a Mateo la palma del
martirio. El temor queda reflejado en las caras y los gestos de todos los
personajes. El propio artista se ha retratado de forma disimulada en el último
plano de la escena. Por supuesto todo ello en una atmosfera casi mágica conseguida
con el juego de luces y sombras. Desde ese momento Caravaggio usará siempre un
fondo oscuro para sus escenas, sin embargo en la pintura que nos ocupa todavía experimenta ya que la luz no sigue aún una
dirección precisa e inequívoca.
Por
otra parte, el segundo lienzo “la vocación de S. Mateo” es más depurado, el
motivo principal es el rayo de luz que entra por una supuesta ventana que no
vemos pero intuimos.
Una
luz con valor simbólico que nace tras Jesucristo y avanza hasta Mateo. En el
contrato le exigían que pintara al santo en su ocupación en la oficina del
recaudador de impuestos contando el dinero.
En ese instante Cristo acompañado
de S. Pedro aparece en la semioscuridad mientras Mateo y sus compañeros son
sorprendidos por la potente luz, una luz reveladora de la verdadera fe que además
señala el misticismo de la escena.
La
ventana que si aparece en la pintura está abierta pero por ella no penetra la
luz, si es de noche, entonces la luz que procede de la derecha es puramente
simbólica.
Este
llamamiento celestial responde a la voz: “Levantate y sígueme” ayudada por el
gesto de Cristo que parece señalar a Mateo. El maestro ha elegido un lugar
austero comparable a cualquier taberna romana de la época, su realismo se traduce en vulgaridad. Mateo y sus
colaboradores visten ropas del momento, el resultado final es un crudo realismo
donde aunque la violencia no tiene cabida, la luz y la sombra producen una
resonancia interior de misterio que impregna toda la escena.
La
tercera pintura de 1602 con San Mateo y el Ángel fue realizada por Caravaggio
tras la decisión de los herederos de Contarelli de trasladar la escultura del
Ángel a otro lugar.
El
artista hizo una primera versión pero los herederos quedaron atónitos y la
rechazaron, S. Mateo tenía un aspecto
vulgar como cualquier vecino analfabeto, en este sentido el ángel le guía la
mano para escribir. Ya en la segunda versión el santo aparece mejor presentado,
ahora escribe sin ayuda, el ángel solo le da algunas sugerencias o ideas para
redactar. Con esta nueva forma de proceder la tradición queda salvada, Mateo
era inspirado por un ángel a la vez que muestra una apariencia de viejo sabio
más alejado del hombre vulgar con la cabeza calva y los pies llenos de polvo
que sostenía torpemente un libro y apenas sabía escribir.
La versión rechazada por
azar fue a parar a Alemania donde fue destruida durante la segunda guerra
mundial, sin embargo existen diferentes copias del modelo original.
En
el lienzo de la capilla Contarelli el ángel muestra una postura sugestiva con el detalle particular de sus manos en la
acción de contar, S. Mateo muestra una postura inestable al apoyar su
rodilla izquierda en un taburete
seguramente motivada por el asombroso encuentro.
La
líneas maestras del barroco ya están trazadas, inestabilidad, curvas, diagonales,
posturas forzadas, etc.
Por
aquellos años el maestro recibió otro gran encargo para la iglesia de S. Maria
del Popolo “la Crucifixión de S. Pedro” y “la conversión de S. Pablo”. En una
ciudad en plena contrarreforma las imágenes de santos emergían como hierbas
tras la lluvia, fueron años de intensa actividad para Caravaggio. En la
plenitud de su carrera trabaja incansablemente a la vez que va dando más
sobriedad y sencillez a sus obras.
Para
Caravaggio lo bello es insignificante, la falta de respeto a la tradición genera numerosos escándalos siendo quizá el
más conocido el causado con motivo de la pintura “la muerte de la Virgen” donde
los frailes se indignaron porque solo veían en la virgen a una prostituta
ahogada en el Tíber con la barriga hinchada, un modelo elegido por Caravaggio.
El rumor verdadero o no, para nada
impedía que la escena fuera indecorosa.
Los
contratantes no dudaron en deshacerse del cuadro, una pintura donde la madre de
Dios aparecía como una mujer vulgar.
Como
gran conocedor de su oficio el maestro no dudaba a la hora de buscar sus modelos en la calle, es decir, reniega de
la tradición, todo ello sumado a los gestos violentos y los fuertes contrastes
de luz y sombras le convirtieron en un provocador profesional. Huye porque tiene deudas de juego, riñas,
desencuentros, es acusado de asesinar a un hombre, esta atormentado y duerme
con un cuchillo en la mano. Acaba por huir a Nápoles, sin embargo poco después trata de regresar a Roma porque obtiene
el perdón Papal sobre el crimen que recae sobre él.
Cuando regresa es
abandonado con fiebres en Porto Ercole donde muere en julio de 1610 con 38 años
y una prometedora carrera pictórica por delante.
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