En
confrontación a Caravaggio existe en Roma en los mismos años (finales del s.XVI
e inicios s.XVII) otra forma de pintar, de entender el arte, todavía en la
tradición de los grandes maestros del renacimiento, es decir, valorando el
dibujo y no los claroscuros. Esta corriente esta abanderada por los Carracci
una familia de pintores que procedente también del norte dejaran una profunda
huella en Roma. Renovadores de la tradición, los Carracci apuestan por un
manierismo ya muy maduro, con su espontaneidad y sus efectos ilusorios crearán
una de las bases del inminente barroco.
Si
el renacimiento romano fue obra de toscanos, Miguel Ángel o Rafael, los nuevos
aires en la pintura a inicios del s. XVII vienen del norte, los Carracci
proceden de Bolonia donde ya han dado muestra de sus capacidades. En efecto los
dos hermanos y su primo habían ya trabajado a seis manos en los frescos del
palacio Magnani en Bolonia. Agostino más cercano al estilo colorista veneciano
dejó su huella en el palacio Fava con las historias de Jason y Medea, donde los
cuerpos desnudos son protagonistas de una vida fácil y sin sufrimiento.
De
hecho no solo absorben las formas de los toscanos ya que el recuerdo de la
pintura veneciana de Tiziano, Mantegna o Correggio también tiene su eco en el
estilo alegre y ecléctico de los Carracci.
De
los 3 miembros, Annibale Carracci (1560-1609), fue el más sobresaliente y el
que durante más tiempo trabajo en Roma, su trabajo más notable se desarrollo en
el Palacio Farnese (hoy embajada de Francia) donde pinto la bóveda de la
Galleria con una gracia y exquisitez inauditas. Annibale se dedicó desde 1597 a
1602 a plasmar con profundidad el programa iconográfico de los amores de los
dioses en el techo de la Galleria Farnese. Sus escenas mitológicas le
permitieron desenvolverse con gran libertad,
trabajaba para una de las más prestigiosas familias de Roma, los
Farnese.
En
1594 el cardenal Odoardo Farnese llamó a los Carracci a Roma con el objetivo de
pintar al fresco los aposentos de su palacio. Ludovico que dirigía la academia
de los encaminados (centrada en la expansión de la pintura de la
Contrarreforma) en Bolonia rechazó esta invitación. Sin embargo, sus primos
Annibale y Agostino decidieron aceptar la propuesta aunque Agostino nunca se
sintió bien en Roma y regresó al poco tiempo. Annibale de un talento innato se adaptó perfectamente
al ambiento artístico romano donde dejara su impronta.
En
el Concilio de Trento, 1545-1563 se había planificado el futuro del
catolicismo, la llamada Contrarreforma fijó el modo de proceder, en adelante,
en todos y cada uno de los resortes de la iglesia católica. La pintura y sus
contenidos también quedaban reglados, así el Concilio estableció que imágenes
serían censuradas y cuáles no. Quedarían justificadas todas aquellas que
mostraran geografías reconocidas, imágenes históricas y también imágenes
bíblicas como muy aptas para analfabetos. Quedaban a su vez desaconsejadas las
imágenes paganas como inapropiadas, indecorosas y lascivas. Es en esta
coyuntura cuando aparece el decisivo papel del cardenal Gabriele Paleotti quién
alabado por el celo con que introdujo en su diócesis las reformas tridentinas,
en 1582 dio a la luz su célebre Discorso intorno alle immagini sacre e profane
en el que amplificaba el decreto conciliar sobre la sagradas imágenes y dictaba
las normas iconográficas y principios que debían seguir los artistas
contrarreformistas, con amplia repercusión sobre los pintores de la escuela
boloñesa, jugando así un papel decisivo en la transición desde el lenguaje
figurativo tardo-manierista al naturalismo clasicista romano-boloñés que se prestaba
mejor a las nuevas exigencias del culto.
En
resumen las imágenes sacras debían ser públicas mientras que las paganas solo
tenían cabida en el ámbito privado, en este sentido la mayoría de palacios
eligieron la segunda opción. Las historias paganas de la antigüedad ofrecían
más sensualidad, colorido y sobretodo permitían liberar una energía que la
pintura oficial y sacra no contemplaba. Teniendo en cuenta que muchos de estos
palacios estaban en manos de familias muy ligadas a la iglesia, ¿desobedecían
las normativas impuestas desde Trento? Seguramente no, el Concilio dejó un
margen y dependiendo de la rigidez de cada una de las diócesis se daban unos
gustos u otros. Como consecuencia nacen diversos talleres en toda Italia especializados en uno u otro
tipo de contenidos, los Carraci encontraron más fortuna en la pintura pagana.
En
aquel tiempo decorar una bóveda no era una tarea fácil, cabían dos
posibilidades, el llamado “quadraturismo” o los “quadri riportati”. La primera
técnica hace alusión a la decoración ilusionista que simulaba elementos
arquitectónicos con ello se pretendía crear una atmosfera diferente del espacio
existente, el de la bóveda. Por su parte lo “quadri riportati” consistían en
insertar en la bóveda diversas escenas como si se tratase de cuadros colgados
en las paredes, pero eso sí dispuestos en un espacio curvo. Como antecedente
más importante la Capilla Sixtina de Miguel ángel donde se combinan a la
perfección las dos técnicas. Sin embargo la disposición de sus figuras y la
torsión de los cuerpos indican que Annibale también tomó ejemplo de otro
artista boloñes, Pellegrino Tibaldi quién había pintado hacia 1550 las bóvedas
del palacio Poggi en su ciudad.
El
ciclo pictórico de la bóveda de la galería Farnese se inspira en los deseos del
cardenal Odoardo Farnese, el comitente que además atesoraba una importante
colección de restos arqueológicos. Una de las piezas más interesantes era la
escultura de Hércules por ello los Carracci iniciaron su trabajo en el estudio
del cardenal pintando las historias de este semi-dios.
Tiempo
atrás Annibale había trabajado en Parma a las órdenes del hermano del cardenal,
Ranuccio Farnese, duque de Parma, quizás esa relación satisfactoria fue el
motivo de la llamada del cardenal Odoardo a los Carracci. Se baraja la
posibilidad de que en principio la decoración debía basarse en las gestas
militares del padre de los dos hermanos, Alejandro Farnese capitán de la armada
imperial de Felipe II. Sin embargo por motivos desconocidos la temática fue
otra. Inicialmente Annibale pensó en estructurar las pinturas en frisos como ya
había hecho anteriormente en otros palacios de su ciudad natal pero en esta
ocasión el espacio a adornar y las historias a reflejar eran un asunto más
complejo de forma que acabó combinando los frisos con los “quadri riportati” y
el quadraturismo.


Los
amores de los dioses estaban narrados delicada y poéticamente por Ovidio, Annibale los plasmó en 13 escenas
sobre las que ha habido numerosas interpretaciones. Una de las más extendidas
fue que se tratase de simbolizar la lucha entre los amores vulgares y los
celestes con la victoria del segundo tipo, en efecto en los cuatro ángulos se
muestra a Eros y su hermano Anteros (partidario del amor correspondido)
peleándose debajo de la corona de laurel.
Ambos
representan los dos tipos de amor, el lascivo y perjudicial y el amor sacro y
benefactor. Son solo pinturas pero representan relieves y estructuras arquitectónicas que vistas
desde abajo (“sotto in su”) contribuyen a un ilusionismo espectacular rematado
con la visión del cielo en la escena central. Los quadri riportati de la bóveda
están sostenidos por falsos hermes y atlantes de estuco fingido donde los
medallones de bronce son solo simulaciones pictóricas. Esta pinacoteca suspendida testimonia la agudeza y amplitud
cultural del artista.
Annibale
se expresó con total autonomía lingüística, logrando una combinación toda
original, en la que al triunfo de la ilusión se une la celebración del
clasicismo. El cómic que se propone tiene una poderosa vitalidad pictórica que
tiene su cumbre en el gran recuadro central con el “Triunfo de Baco y Ariadna”.
Sin
embargo hay una teoría más moderna y simple sobre los motivos de este
ciclo. Los amores entre los dioses y los
mortales respondería al deseo del cardenal Odoardo de augurar un buen presagio
al matrimonio de su hermano Ranuccio Farnese con Margherita Aldobrandini,
sobrina del papa Clemente VIII, lo que dio la ocasión, y la justificación
conmemorativa, pues no sólo comportaba la boda, sino que sancionaba la unión de
dos de las más importantes y más ricas familias de la aristocracia dinástica y
la curia romana. El acontecimiento tuvo lugar en ese mismo palacio en mayo de 1600.
La
visión apoteósica del Triunfo de Baco y Ariadna presenta en la parte izquierda
al dios del vino con la corona de hiedra su tirso en la mano avanzando de forma
triunfal en una carroza estirada por leopardos, animales exóticos y
relacionados con el culto al dios. Junto a él su pareja, Ariadna también subida
a una carroza conducida por cabras en el momento en qué un amorcillo se dispone
a coronarla con la diadema de estrellas, la misma que Baco lanzará hacia el
cielo creando las constelaciones. En el fastuoso cortejo también participan
sátiros, figuras danzantes y bacantes con cestas de comida y tambores en la
mano que invitan a imaginar, junto a los cuernos que hacen sonar, el estruendo
de la ceremonia. Por la parte derecha aparece el viejo Sileno, maestro de Baco
(Dionisos en la mitología griega) subido en un burro, a malas penas se sostiene
debido a su estado permanente de embriaguez. El artista ha querido representar
solo la parte más destacada de un largo cortejo por ello recorta figuras en
ambos lados (destaca en este sentido la cabeza de un elefante por la izquierda
o el cuerpo de un fauno por la derecha) ya que el espectador debe saber que
solo observa un fragmento de toda la procesión.
Dionisos
o Baco después de una niñez salvaje descubre la vid y la embriaguez de forma
que pierde su cordura, por ello su adolescencia fue siempre errante acompañado
de sátiros y ménades. Aparece representado con su tirso rodeado de hojas de
vid, le acompañan personajes frenéticos, sus ritos o misterios fueron muy
celebrados en la antigüedad y han sido muy representados en la historia del
arte.
El
dios del vino rescata a Ariadna cuando esta había sido humillada y abandonada
por Teseo, su anterior amor. Teseo fue el héroe que mato al Minotauro y pudo
salir del laberinto con la ayuda de Ariadna, esta se enamoró de él quién una
vez libre en alta mar decide abandonarla en una isla cerca de Naxos mientras
dormía. Cuando ella descubrió que había sido abandonada rompió a llorar siendo
escuchados sus lamentos por Baco quien se apiadó de la joven. El dios del vino
se enamoró y la tomó por esposa. Cuando ella falleció, Baco recuperó la corona
de oro que le regalara y la convirtió en estrellas.
Ovidio
lega sus versos a la historia de la siguiente manera:
“La
hija de Cnossos erraba perdida por playas desconocidas, allí donde la pequeña
Día es castigada por las olas del mar; tal como se encontraba al despertarse,
vestida con una túnica sin ceñir, los pies desnudos, sus cabellos, color de
azafrán, sin atar, proclamaba la crueldad de Teseo a las olas que no la
escuchaban, al tiempo que una lluvia de lágrimas que no merecía inundaba sus
delicadas mejillas. Gritaba y lloraba al mismo tiempo y ambas cosas le sentaban
bien; sus lágrimas no la hacían más fea. Y golpeándose de nuevo el delicadísimo
pecho con sus manos decía: “aquel pérfido me ha abandonado, ¿Qué será de mí?,
¿Qué será de mí?” Resonaron címbalos por toda la playa y tambores golpeados por
manos frenéticas.
Ella
cogió miedo y sus últimas palabras se apagaron. En su cuerpo exánime no quedaba
ni una gota de sangre. He aquí a las Bacantes con los cabellos esparcidos por
la espalda, he aquí a los ligeros sátiros, la turba que precede al dios; he
aquí al viejo Sileno, ebrio, que apenas si se sostiene sobre su asno, encorvado
bajo su peso y que coge y retiene hábilmente sus crines. Mientras, perseguía a
las Bacantes y las Bacantes huían de él y, al mismo tiempo, lo provocaban;
mientras él, como mal caballero, golpeaba al cuadrúpedo con el látigo y,
resbalando del asnillo, orejudo, cayó de cabeza. Los sátiros gritaban:
“levántate, anda, levántate, padre”.
Ya
el dios, encima de su carro que aparecía repleto de uvas, aflojaba las riendas
doradas a los tigres que lo llevaban. El color, el recuerdo de Teseo y la voz
desaparecieron simultáneamente de la joven. Tres veces intentó huir y tres
veces fue retenida por el miedo. Se estremeció igual como tiemblan las
estériles espigas agitadas por el viento, igual como tiembla la ligera caña en
el húmedo pantano. El dios le dijo: “¡Ea!, estoy aquí para dedicarte una
atención más fiel, no tengas miedo, hija de Cnossos, de Baco serás la mujer.
Recibe el cielo como presente; en el cielo serás contemplada como un astro; a
menudo la Corona Cressa guiará la nave indecisa” Así habló y, a fin de que no
tuviera miedo de los tigres, bajó de su carro (sus pasos quedaron señalados en
la arena), la apretó contra su pecho (porque ella no podía resistírsele) y se
la llevó consigo; no hay nada difícil para el poder de un dios. Unos cantan
“Himeneo”; los otros gritan: “Ehuion, éhuhoe”. Así se unen en el tálamo sagrado
la joven esposa y el dios.”
El
poeta romano Ovidio (s. I a.C.- I d.C.) escribió entorno a los años 1 al 8 d.C.
una de sus obras maestras, las Metamorfosis, un poema mitológico engloba 250
fábulas consagradas a las transformaciones de dioses y héroes gracolatinos. Las
historias, de evidente función didáctica, carecen de intenciones filosóficas ,
pues están concebidas para divertir y complacer a la élite romana del momento.
La popularidad de sus narraciones supuso una fuente de contenidos para los
artistas del Renacimiento.
En
la galleria Farnese están representados otros amoríos en diversas escenas que
circundan la escena central de la bóveda, algunos de los más llamativos son los
siguientes:
-Pan
y Diana: En esta pintura queda patente el poder del amor, ya que la esquiva
Diana ha sido seducida por el fauno Pan, dios de los pastores y rebaños,
asociado al cortejo de Baco.
Pan
ofrece una lana inmaculada que pese a no
tener mucho valor atrae a la diosa más casta del olimpo, en la imagen
descienden una nube portando su principal atributo, al arco.
-Paris
y Mercurio: El pastor troyano Paris reposa en compañía de su perro cuando
recibe una visita inesperada. Hermes o Mercurio para los romanos es el
encargado de portar la manzana de oro o de la discordia, su misión es
ofrecérsela a Paris para que juzgue que diosa prefiere, las aspirantes al amor
humano son Afrodita, Atenea y Hera, sin embargo el pastor elige a Elena. La
decisión es crucial porque desata la guerra entre griegos y troyanos. En esta
pintura Mercurio no porta su habitual caduceo, en su lugar agarra una larga
trompeta, quizás en alusión al instrumento que anuncia la boda entre Ranuccio y
Margherita.
-Hércules
y Yole ¿Ónfale?:
Yole
era la joven y bella hija de Éurito, rey de Eucalia. Heracles se enamoró
perdidamente de ella en cuanto la vio y trató de conseguir su mano, pero Éurito
se la denegó porque conocía el oscuro pasado de Heracles, en el que éste mataba
a su mujer y a sus hijos víctima de la locura, y temía que Heracles volviera a
perder la razón y que le sucediera lo mismo a su hija. La escena muestra a
Hércules en actitud femenina tocando un tamborcillo mientras Yole se cubre con
la piel del león de Nemea y sujeta la cachiporra del héroe. Eros sonríe
maliciosamente al asomarse por detrás, de echo comprueba como nadie puede
evadirse del amor.
Annibale
en esta ocasión coloca a Yole y no a Ónfale como hubiera sido lo lógico. El
Oráculo de Delfos impuso al héroe la penitencia de servir a la reina (según en
algunas versiones, princesa) Ónfale de Lidia durante tres años. Ésta humillaba
a Heracles, obligándole a realizar trabajos de mujer y a llevar ropas
femeninas, mientras ella vestía la piel del León de Nemea y portaba su clava de
madera de olivo. Pasados los tres años, Heracles, dejó de ser esclavo de Ónfale
y la tomó como esposa.
-Aurora
y Céfalo:
La
diosa del amanecer se enamora perdidamente del mortal Céfalo por ello lo rapta
y se lo lleva en su carro. Sin embargo se ve rechazada a favor de Procris. En
esta escena el perro de Céfaro ladra asustado ante el forcejeo de su amo con la
diosa. A la derecha durmiendo aparece el
humano Titon un amor anterior de Aurora que por petición de la diosa, cuando
estaba enamorada de él, no podía morir nunca. El problema fue que como mortal
acabó envejeciendo y la diosa ya no lo amaba es por ello que ahora persigue al
más apuesto Céfalo.
-Afrodita
y Anquises:
Según
Homero la diosa del amor se encapricho del mortal Anchises de Troya. La pintura
se centra en el momento en que el joven le quita una zapatilla a la diosa
después de haberla desnudado y antes de hacer el amor con ella. De esta
relación nacerá Eneas, supuesto fundador de Roma tras huir de la guerra y
salvar a su padre del asedio de Troya. Otras fuentes afirman que Anquises fue
castigado por Zeus con parálisis por haber difundido a otros mortales sus
amores con la diosa. Una vez más Eros es capaz de unir dioses y mortales con su
poder.
-Polifemo
y Galatea:
Galatea
es una nereida que habita en las costas de Sicilia, su belleza cautivo al
gigante Polifemo, este ciclope aparece
en esta escena tocando un instrumento de forma apasionada para atraer a la
ninfa. Sin embargo el monstruo no tiene suerte, además Galatea esta a su vez
enamorada del bello Acis, hijo del dios Pan y de otra ninfa. Cuando ella
reposaba su cabeza en el pecho de su amante, el ciclope los descubrió, la
tragedia quedó consumada cuando el gigante rabioso lanzó una gran roca que
aplastó al joven. La ninfa desolada convirtió a Acis en un río de aguas
cristalinas.
-Juno
y Júpiter:
Juno
o Hera es seducida por el padre de los dioses Júpiter o Zeus, la escena se
encuadra en el instante en que la diosa distrae a Zeus para intervenir en el
destino de la guerra que están librando los humanos, la guerra de Troya.
Mientras ella es favorable a los griegos
su pareja prefiere la neutralidad, de modo que en una maniobra compleja la
diosa trata de arrebatar el cinturón mágico del dios ya que infunde una fuerza
insuperable a quién lo ciña.
Como
curiosidad, esta historia de amor repercute en la misión de la sonda de la NASA
llamada Juno en el planeta Júpiter que tras una arriesgada maniobra se
posó en la órbita de Júpiter, así el
nombre de la nave no es casual.